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’ 46 con insistencia, mientras sobre su cabeza caia el rocio de las nubes y mojaba sus cabellos el relente de la noche? Vueltos hacia el cielo sus ojos divinales y convertida toda su atencién 4 lo alto, parece que la Virgen esta escuchando la voz de su Hijo que la dice: «Ven del Libano, Madre mia, ven del Libano; ven de la cima del monte Amana, ven de las cumbres del Sanir y del Hermon; ven y serds coronada con la diadema de la mise ricordia, cuyas perlas son las lagrimas que enjugaste, cuyos floro- nes son las miserias que socorriste, cuyo brillo lo forma el resplan- dor de tus piedades, el fulgor de tus misericordias que 4 torrentes derramas sobre los hombres. «Ven y anida en los agujeros de la montafia y en las conca- vidades de‘la roca, porque del hondo valle de la tierra llega hasta nosotros el clamor del infortunio. Ven, que la voz de la tértola se ha oido ya en nuestros campos; es la tortola que arrulla quejum- brosa, lejos de su nido; es el hombre que llora lejos de su patria. «Ven, Madre mia, ven; que esos hombres son mis hermanos; son tus hijos; los hijos que concebiste en la cumbre de aquel otro monte, donde, entre inconcebibles dolores te constitui Madre del hombre, protectora de la descendencia de Adan, refugio y consuelo y auxilio de los cristianos, vida, dulzura y esperanza bienhechora del misero mortal. «Ven Madre mia, y ensancha los senos de tu alma y recrea tus oidos y extasia tu espiritu, al escuchar esa otra voz potente, avasalladora, como la de los mares agitados, como ruido de grandes aguas. Es el concento que sube de la tierra, es el himno que se -escapa de los corazones de los hombres agradecidos 4 tus bondades, es el Mugnificat de tus exultaciones, el a//eluya de tus triunfos, el epinicio de tus victorias. «He aqui que en verdad todas las generaciones te apellidan bienaventurada, y toda lengua bendice tu nombre y toda la tierra alaba tus misericordias.» Y asi, escuchando esta voz de dulzura sin igual, percibiendo este acento de ternura inefable, la bendita imagen sonrie al cielo, como agradeciéndole sus triunfos, como elevando 4 su Hijo la ple- garia de su reconocimiento por haberla exaltado sobre toda criatura y encumbrado sobre la creacién entera. Es. ella, sf, es ella; tal como la contemplé por vez primera en ta gruta de Lourdes la dichosfsima Bernardita. Es ella, si, es ella; como nos la pint6é con colores robados 4

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