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11y el Sr. Cura; sin lo cual no puedo dar f€ a tus palabras. Di pues, a esa Sefiora, que si es la Virgen Santisima haga florecer el rosal de la Gruta.» nE la aparicién siguiente se lo dije a la Sefora, y Ella sin pronunciar una palabra, se sonrid. Después exclamo por tres veces: «Penitencia! Penitencia! Penitencia!» Me mando andar de rodillas por la conversién de los pecadores. Lo hice, y enseguida me dijo un segundo secreto para mi sola. Al dia siguiente me dijo un secreto, también para mi sola y afadid: «Id a beber a la fuente, y lavaos en ella, y comed de la yerba que hay ahi.» No viendo ninguna fuente, me iba al Gave. «No, no vayas alla, me dijo; no os he dicho que vayas a beber el Gave, sino a la fuente que esta aqui.» Yo no la veia; y como Ella no cesaba de sefialarme el sitio, me puse a escar- bar la tierra, y principio a salir, al poco rato, agua muy fan- gosa. Bebi de aquella agua, me lavé la cara con ella y comi de la yerba que habia cerca La Sefiora se alegr6é mucho de ello; y, al dia siguiente, Bourriette, el cantero, se cur6 con aquella agua. Pasada la quincena, yo iba todos los dias 4 la Gruta, pero nada me avisaba interiormente de que la Sefora iba 4 venir. No sucedio asi el dia de la Anunciacién en que me senti fuertemente movida 4 ir. Al llegar 4 la Gruta, vi 4 la Seflora; y como el.Sr. Cura me habia encargado que le preguntara su nombre; lo hice dos veces. Ella, cada vez, sonreia con mas bondad, pero sin decirme nada. Entonces la dije de nuevo: Oh Sefiora mia!, os lo suplicio decidme vuestro nombre; decidme, quién sois? Extendiendo entonces sus manos, las cruzé sobre el pecho, y levantando los ojos al Cielo dijo: Soy da Inmaculada Concepcion! _ gComprendisteis esta palabra, hija mia? — No, Padre, no la habia oido nunca; pero la fui repitiendo mientras duré el camino, hasta llegar a casa del Sr. Cura a quien iba a decirsela. — Que dijo el Sr Cura? —Esta vez se alegré mucho. Rogué entonces 4 Bernardita hiciera, delante de mi, los mis- mos ademanes, y accionase como lo habia hecho la Virgen San- tisima al pronunciar aquellas palabras. . Bernardita se recogié inmediatamente y afadio: Ella hizo asi. Y en aquel momento, la fisonomia de la nifia tomo una expre- sion de tal arrobamiento, que su recuerdo no se borrara nunca de mi memoria. Como la Virgen Santisima, extendié primero las manos; después las levantdé 4 la altura de los hombros; y, al fin, cruzandolas sobre el pecho y contemplando el Cielo me dijo: En este momento fué cuando la Virgen Santisima pronuncio estas palabras: Soy la Inmaculada Concepcion! Este solo recuerdo la puso, de repente, como en presencia de la Vision celestial; la vi transfigurada, algo sobrenatural paso por su angelical semblante, y su mirada se abism6, se sumergié en lu infinito,

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