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116 blanco, una rosa de oro en cada pié. De su brazo colgaba un rosario cuyas cuentas eran blancas también y engarzadas en oro. — Qué sucedié después? —Para rezar yo queria hacer la sefal de la Cruz, pero no podia; estaba demasiado conmovida. Entonces, la Sefiora me son- rid con bondad y cogiendo con su mano derecha la cruz de su rosario, con ella se santigud, lo que hice también, y después se puso 4 rezar el rosario conmigo. —;Comprendisteis entonces que era la Virgen Santisima? : —N6, Padre, yo no sabia quién era, —,0s hablo? —Aquella primera vez, no. > : —Entonces se os ha aparecido varias veces? 4 —Si, diez y ocho. Se me apareciéd el domingo después de % este primer jueves; después, el jueves. siguiente, y ademas durante ‘quince dias seguidos, excepto un lunes y un viernes; pero esas “ dos apariciones fueron reemplazadas con la de la Anunciacién y la del lunes de Resurreccién. —Cuando os hablé esa Sefiora :qué os dijo? —El jueves, después de la primera aparicién, me dijo: «Hija mia, hacedme el favor de venir aqui por espacio de quince dias.» Se lo prometi y élla dijo: «Y yo en cambio, os prometo hacer- os dichosa, peto no en este mundo, sino en el otro » Volvi después la cabeza hacia mis compaiieras y como entre ellas se encontraba An- BE tonieta que era de la Congregacién de las Hijas de Maria, la Sefiora a la miré con bondad. Mis compaiieras me dijeron le preguntara Ps si podrian volver conmigo. Ella me contesté: «Pueden volver, y q otras personas también, pues deseo que venga aqui mucha gente,» Volvimos cada dia a la Gruta, como la Sefiora me_ habia dicho y vino mucha gente con nosotras. El domingo siguiente se me aparecié muy triste; aleverla de ese modo, yo también me entristeci y le dije: qué teneis Sefora? qué teneis? qué hay que hacer?» Ella me contesté: «Orad por We los pecadores!» 2 En la aparicién siguiente, me dijo un secreto para mi sola. ; —Ese secreto zno podéis decirlo? —N6, no lo puedo. Ella me lo prohibié decir a nadie; ese se- creto no concierne mas que 4 mi. Ese mismo dia, me dijo: «Hija mia, ve 4 decir a los sacer- dotes que me edifiquen una capilla, pues quiero que se venga en procesién!» Obedeci y fui a decirselo al Sr. Cura. —Qué os dijo el Sr. Cura? —Me pregunto si yo era Bernardita, y me dijo que si men- tia, Dios me castigaria, y no me llevaria al Cielo. Yo le contes- té: «Sr. Cura, no miento, le aseguro que es la Sefiora a4 quien veo en la Gruta, que me ha mandado decirselo 4 V.» y me pregunt6 si sabia el nombre de esa Sefiora; 4 lo que le contesté: «N6, Se- for; no lo sé»—Es preciso sin embargo, saberlo, dijo entonces aaa
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