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has Apariciones DE LA VIRGEN EN LOURDES. UCHOS anos ha que el mundo entero se conmueve y pone en movimiento: vense surcarlo por todas partes innume- rables carabanas, que ansiosas y estremecidas acuden ante una oscura gruta tapizada de yedra silvestre; todos vienen a im- plorar a la Virgen Inmaculada y beber en la fuente que del hueco de la pefia su voz hizo brotar. ;Qué ha pasado pues en este lugar ha poco tan desconocido? ;Qué ha pasado? Mas ;cémo podra una lengua extrafia narrar semejantes ma- ravillas? Dejemos hablar 4 Bernardita misma; muchas veces, casi a4 raiz de sus dichosas conversaciones con la Reina del Cielo, la hemos interrogado, y cada una de sus palabras ha sido para nosotros una perla preciosa que hemos depositado y como engas- tado en el joyero de nuestros mas religiosos recuerdos. Hélos aqui todos con su admirable, elocuente y sublime sencillez. Un jueves del mes de febrero, hacia las doce del dia, cogia lefia con mi hermanita Maria y una vecinita Habiamos llegado 4 las orillas del Gave; frente 4 la gruta, mis compaferas habian atravesado el canal del molino; yo me descalzaba para atrave- sarlo como ellas, cuando, de repente oigo un ruido como ‘de viento. Levanto la cabeza, miro; las ramas de los arboles no se movian. Me he engafiado, me dije, y me bajé de nuevo para aca- barme de descalzar, pero de nuevo el mismo ruido se dejé oir hacia la Gruta. Me vuelvo, y cual es mi sorpresa al ver, en frente de mi, en el hueco de la Gruta, 4 una hermosisima Sefiora, en pié, que me miraba y parecia llamarme. Al verla, me senti toda sobrecogida; quise llamar 4 mis compafieras y no pude; cai de rodillas y cogi mi rosario para ponerme 4 rezar. — ;Cudl era, hija mia, el traje de esta Sefiora? —Llevaba un vestido blanco, un cinturén azul, un gran velo 15

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