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io? El método que seguia en los ejercicios de la Misién era el siguiente, seguin en una carta refiere el mismo Beato al Cardenal Lorenzana, Arzobispo de Toledo, Luego que entraba en un pueblo lo primero que hacia es publicar la Misién con una procesién al modo de Rosario, en que iba delante la Imagen de la Divina Pastora, y al fin la del Sefior crucificado; dos eclesidsticos cantaban en tono de rogativas la Letania de los Santos y el Beato Diego iba exhortando al pueblo convidandolo a oir la voz de Dios La procesion se terminaba en la Iglesia 6 en la plaza, si el concurso no cabia en aquella, como sucedia con frecuencia donde el Beato hacia la platica de preparacién 4 los ejercicios de misién. La ma- Nana siguiente reunido el pueblo en una Iglesia capaz se hacian publicas rogativas cantando las Letanias de los Santos y después segtin lo permitia el dia, se cantaba misa votiva Pro remissione peccatorum, terminandose con una platica exhortando al pueblo a pedir por el fruto de la Misién. Los ejercicios de cada tarde se reducian a una parte del Rosario. Seguia 4 este un rato de oracién mental que prac- ticamente hacia el Beato desde el pulpito, esto si el ejercicio se hacia en Iglesia. Luego se explicaba un punto de doctrina cristiana y se acababa con elsermon. El pentiltimo dia por la tarde, se sacaba la procesién de Penitencia, en los mismos términos que la de publicacién. En este dia se celebraba Misa con vigilia, sermén y responso por los fieles difun- tos, para excitar 4 su devocion y socorro. Sucedia con frecuencia que a peticidn de distintas Comunidades les predicaba privadamente, en especial al clero regular y secular, Cabildos, Ayuntamiento y Universidades y entonces cambiando de estilo y forma les procuraba manifestar las graves obligaciones de su estado respectivo. Como no tenemos palabra suficiente para encarecer todo el efecto que el Beato Diego José de Cadiz conseguia hacer en todas partes con su palabra y con su ejemplo pongamos para terminar el siguiente bellisimo elogio, que el principe de la critica espafiola y clasico escritor D. Marce- lino Menendez y Pelayo dedica 4 nuestro Beato en su /1istorta de lus he- terodoxos espanoles. Dice asi el elegante historiador: «Cerremos este cuadro de la literatura catolica y apologética del siglo XVIII, trayendo 4 la memoria los nombres de algunos oradores sagrados que difundieron por todos los dmbitos de la Peninsula la luz de la cristiana ensefianza, y acosaron sin tregua al renovado anticristjanismo de Celso, de Porfirio y de Juliano, Pongamos, ante todos, 4 Fr. Diego de Cadiz, misionero capuchino (1743-1801) y 14 CC

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