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106 salié de la visién grandemente consolado y puesta su confianza en el Sefior que tan claramente le prometia su auxilio salié para Ceuta donde hizo mucho fruto, y luego pasé 4 Malaga, donde causé ex. traordinaria admiracién en toda clase de personas por su elocuencia y virtud. Poco tiempo después tuvo otra visidn en la cual se le aparecieron los Santos Apdstoles San Pedro y San Pablo prome- tiéndole su especial protecciédn en el ministerio de la predicacidén. Con tales favores el espiritu del Sefior descendiéd con todos sus dones sobre el Beato Diego, y en nombre del Sefior salié 4 recorrer casi pueblo por pueblo toda la Andalucia. La impresién que causaba por todas partes donde predicaba es imposible de describir. Jamis se habia oido predicar de aquel modo, ni visto en el pulpito mi sionero tan extraordinorio Habiendo recorrido toda la Andalucia, paso 4 Castilla predicando en Madrid y en Aranjuez delante de la familia real, después evangeliz6 4 Aragon, Catalufia, Valencia y volviendo 4 Andalucia subid de nuevo al norte predicando en Ga. licia, Asturias y Leén, mereciendo con toda justicia que le llamasen Apéstol de Espafia. : La nacién entera fué campo de su accién apostdlica, rifiendo én todas partes los mismos combates y consiguiendo las mismas victorias. Las ciudades se despoblaban por oirle, los campos que. daban abandonados, y luego que empezaba el P. Diego una misién en un pueblo, numerosas peregrinaciones, aun bajo las incomodida: des del tiempe, del sol 6 del frio acudian a escuchar 4 quien todos tenian por Santo y Enviado por Dios. Se le recibia con repique de campanas, con todas las honras eclesiasticas y civiles y solia ser tan numerosa la agrupacién de gente que para evitar atropellos, 6 indiscretas muestras de veneracién solia ir escoltado y guardado por la tropa. Su celo era irresistible, todo cedia 4 sus persuasiones, Desde el ptlpito era un torrente de amenazas contra el pecador y nadie le ofa sin temblar; en cambio era la misma dulzura cuando trataba de la misericordia de Dios y los ojos de todos se desbor daban en lagrimas. Cuando al fin del sermon tomaba nuestro Beato el crucifijo y prorrumpia en abrazos coloquios y jaculatorias las mas tiernas, ya no habia quien podia resistirse. Pero, zy qué, cuando estrechando contra su: pecho la imagen de Jesucristo y todo deshecho en lagrimas le decia: Dulce vida de mi alma, dulce vida de mi esperanza? El efecto que estas palabras producian en los oyentes era tal, que nada ha habido semejante en la elocuencia humana, segtin refieren los que le oyeron.
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