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34 ereacion del hombre, su gloria, que resplandece en to- das sus obras, y la felicidad temporal y eterna del favo- recido, consistiendo esta dicha, en amar á Dios en la vida presente, en gozarlo en la futura. Y como á nada de esto podia llegar el hombre con sus propias fuerzas, lo enriqueció con abundancia de gracias sobrenaturales, con las cuales mantuviese viva en su alma la semejan- za de su Criador en la tierra *, para que algun dia tu- viera la asimilacion perfecta y completa con él, viéndo- lo cara á cara en el cielo ?. Tal era la suerte y gloria decretada para todos los hombres, si el pecado del pa- dre comun del linage humano no la hubiera destruido. Fué el hombre inducido á pecar por efecto de las su- gestiones malignas del ángel decaido, que envidió su dicha, é intentó destruir la obra mas perfecta de Dios entre las visibles. Pero, ¿podia el espíritu malo frustrar los designios del Criador? Para que supiese el primero, que hubiera podido ser en este mundo semejante á su Padre celestial por sus virtudes, y comprendiese el se- gundo que son vanos todos sus conatos para destruir ú oscurecer la gloria del Señor, tenia éste decretado dar á luz con el tiempo una pura criatura, cuya vida tem- poral fuese la prueba mas irrefragable de que no habia Dios hablado en vano, cuando dijo en el dia sexto de la creacion: Hagamos al hombre á nuestra imágen y seme- Janza; y esta criatura estaba presente en el entendi- miento divino, cuando decretaba formar la obra enco- miada por su Hacedor antes de criarla, y envidiada de 1 Imago in cognitione, similitudo ín dilectione: imago, quia rationalis, símilitudo, quia spiritualis. (Div. August. de spiritu et anima, cap. 10. 2 Similes ei erimus, quoniam videbimus eum sicuti est. 1.* Joan., cap. 3, y. 2.

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