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yA y p + £ nuestra insensatez en habernos dado á las criaturas. y pidámosle el dolor para llorar nuestros extravios. MÁXIMAS. Es ley universal, que de quien es la planta , sean tambien los frutos. Somos nosotros una planta del Pa- dre celestial. ¿Por qué, pues, daremos los frutos de nues- tro corazon á otro que no sea ese mismo Padre? Si da- mos frutos de amor, este Padre los allegará y los colo- cará en las trojes eternas del cielo: pero si no los damos, la segur al fin caerá sobre nosotros: y ¿á dónde va el árbol que no da fruto? Al fuego. AFECTOS. O Corazon sagrado de María, paraiso de delicias cc- lestiales, plantado por Dios mismo para su recreo. ¡Cuántas flores de virtud, cuántas plantas aromáticas de inocencia, cuántos frutos de pureza hay en tu seno virginal! Pero ¡con qué esmero cultivabas tú misma esas semillas de virtud y gracia, que habia derramado en tu Corazon el Padre celestial! Vivias por amor, exis- tias para amar, y no deseabas sino el amor: y á cuantas criaturas encontrabas, las decias que si veian á tu Ama- do, le dijesen que estabas enferma de amor. ¡Ah! Yo quiero tambien esa dolencia para mi corazon, para que viva amando á tu Hijo, y muera en el ósculo santo de este mismo amor, y eternamente no haga mas que amarlo, y bendecirlo por sus misericordias. Oraciones y demás como el primer dia.
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