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247 nrensible, veremos con el mismo éxtasis otro inefable, en el cual este mismo Hijo es engendrado en las entra- ñas de María.. Al contemplar cómo el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, veremos que toda la Bea tísima Trinidad cooperó á la Encarnacion , el Padre en- viando al Hijo, el Hijo tomando carne, y el Espíritu Santo formando el cuerpo humano de la sangre purísi- ma de la Virgen: por consiguiente, al ver á Dios, nece- sariamente se nos presentarán aquellas relaciones ine- fables é incomprensibles, con que Dios mira á María, como á Hija, como á Madre y como á Esposa. ¡Ah! Todos estos arcanos de la Sabiduría eterna son ahora el objeto de nuestra fe, y entonces lo serán de nuestro gozo *; pues veremos con toda claridad las donaciones mútuas que se han hecho Dios y María, dándola él las luces de la Divinidad, y recibiendo de ella la esencia y las propiedades de la humanidad ?. Sí, era María en la tierra el objeto del amor puro y afectuoso del alma: veneraba á su Corazon como al santuario de la augusta Trinidad, y ponia en él toda su esperanza para la vida venidera, deleitándose en su contemplacion, como el hijo amante se recrea en el amor de su madre. ¡Oh, qué plenamente verá cumpli- das sus esperanzas! ¡Qué alegría tan indecible sentirá, al ver á su Madre tan resplandeciente en luces de divi- nidad! Abrirá entonces esta amabilísima Reina los teso- 1 Omnia illa, que nunc non videmus, atque incomparabili- ter cogitamus, tune videbimus. Et videbitis, inquit, et gaudebit cor vestrum. (Div. Augustinus lib. 20. de Civit. Dei, cap. 2] núm, 1. y 2 Vestis eum, et vestiris ab eo. Vestis eum substantia car nis, et vestit te ¡lle gloria sue majestatis. Vestis solem nube et sole ipsa vestiris. (Div. Bern. Serm. sup. Missus est.

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