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MÁXIMAS. La gloria de Dios ha de ser el único fin de las obras de un cristiano, y el salir en su defensa, cuando la ve- mos ultrajada, es poner un pié en la carrera del marti- rio. Jesucristo, Rey de los mártires, fué condenado á morir, por haber defendido la gloria de su Padre. Quien saliere por la gloria del Padre delante de los hombres, Jesucristo pronunciará su nombre en presencia de su Padre en los cielos *. AFECTOS. ¡O gloriosa Reina de los mártires! ¿Quién , entre las criaturas , ha confesado, mas que tú, el nombre de tu Hijo, y defendido su gloria? En los momentos, en que más se empeñó el infierno en acabar con ella, y cuando el cielo tenia desamparado á tu Hijo, y la tierra se habia conjurado contra él, tú sola te pusiste á contrarestar todos los esfuerzos de la maldad ; y mas valió tu confe- sion, que todos los conatos de la malicia del demonio y de los malos. El Padre habia desamparado al Hijo, y tú lo acompañabas: el cielo se habia vuelto de bronce, y tú derramas abundantes lágrimas: los discípulos habian perdido la fé, y tú la conservabas: los hombres malde- cian á tu Hijo, y tú lo bendecias y adorabas: las lenguas impías despedian dardos de blasfemias y denuestos,y tú presentabas tu pecho, para que viniesen á encruele- cerse en él, con tal que no hiriesen á tu Hijo: los ene- migos querian devorarlo como tigres, y tú los detenias con tu presencia. ¡Ah! Cuando Dios moria entré tormen- ' Matth. cap. 10. v. 32.
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