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224 su Hijo, cuidando de la vida espiritual del primero, como cuidó de la temporal del segundo: ¡Ah! Era este el ar. cano del amor que encerraban en su seno los Corazones de tal Hijo y de tal Madre, y que Jesucristo quiso pu- blicar con sus propios labios, escogiendo para hacerlo el momento mas á propósito, á fin de que jamás cayese en olvido. Porque ¿cómo se ha de olvidar la madre del hijo tierno que ha llevado en su vientre? Y amando María con cariño y ternura inefable al Hijo que ha dado á luz sin dolor, ¿cómo ha de dejar de tener siempre im- preso en su Corazon al hijo desterrado, que ha costado mil angustias para darle la vida de «la gracia, y engen- drarlo para el cielo?¿0 bondad infinita de Jesus! ¡Oh cariño inefable de María! Para ser Madre de Dios, bastó que esta dijese una palabra; y tan. pronto como la pro- nunció, fue bañada de gozos celestiales, desconocidos aun de los serafines: para ser Madre del hombre, no bastaron treinta y tres años de penas, y fue necesario sacrificar al mismo Dios y padecer con él un martirio cruel, pudiendo María llamará cada uno de los hom- bres, mejor que Raquel á Benjamin, hijo de mi dolor !. ¡Qué consuelo tan inefable para el justo! ¡Qué respiro tan saludable para el pecador, oprimido por el peso de las culpas! Teniendo María dos hijos, uno, Dios y hom- bre, y otro, hombre puro, es este hermano de aquel en el Corazon de esta Madre, y puede estar seguro de su amor y de su gracia,'con tal que acuda al centro del afecto comun, con que los dos hermanos son amados por la misma Madre. ¡Ah! ¿Quién puede llegar á com- prender en esta vida, todo lo que María hace por cada uno de los hombres, para salvarlo? Es ella el principio, 1. Imminente jam morte, vocavit nomen filii sui, filius doloris mei. (Genes. cap. 35. v. 18.

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