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205 este diese su vida, por cumplir con el precepto de su dadre: era el amor que tenia al Padre Eterno, lo que la movia á desear con gozo y alegría que viniese el dia, en que por la muerte de su Hijo le fuese dada la gloria, que el pecador le habia quitado: y era este mismo amor lo que, excitando la ternura de su Gorazon maternal, la tenia en un contínuo martirio, al contemplar que un Hijo tan santo, tan justo, tan bueno,y tan inocente ha- bia de morir como si fuera un malvado. ¡Qué alternati- ya tan celestial en el amor! Mas ¡qué desgarramiento tan lastimoso para el tierno Corazon de María! Desde que la excelsa Señora oyó las palabras del santo Simeon en el templo, comprendió cuanto su Hijo tenia que padecer; y vivia como absorta en la contem- placion de sus agonías, y teniendo que reprimir dos torrentes de lágrimas , que asomaban á sus ojos, cada vez que daba una mirada á los piés y manos de su Hijo *; pues sabia con certeza, que algun dia serian ho- radados con el duro hierro. Veia la tierna Madre aquel dia, como el pobre caminante ve el huracan encerrado entre densos y negros nubarrones, que va viniendo poco á poco, y lo va á envolver en sus horribles torbellinos. ¡Ah! Cuando por fin amaneció este dia cruel para el mas tierno y amante de todos los corazones humanos, ¿4 qué excesos de ternura y de amor no llegó? El amabilísimo en medio de las tinieblas nocturnas, cuando su compasiva Madre lloraba en su soledad las afrentas y denuestos, que él empezaba á padecer: pocas horas despues des- cargaba ya sobre Jesus toda la ira del Padre, infinita- Jesus se habia entregado en manos de sus enemigos 1 Quoties aspiciebam eum, oculi mei replebantur lacrymis, et cor meum torquebatur dolore. (S. Birgit. lib. 6. Revelat. cap. 7.) a o a. A
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