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RO lr 6 A J | l [ p 182 dad, que está escondida en el corazon, produce la man- sedumbre: y cuando sobrevienen las adversidades, y se soportan con ánimo sereno y con patiencia inalterable, viene á ser esta lenidad el espejo, donde se representa clara y visible la humildad, que estaba oculta antes !. Por eso Jesucristo, al llamar á los hombres á su escue- la, les dijo que aprendiesen de él á ser mansos y humil- des de corazon; y dió tan admirables ejemplos de man- sedumbre, que jamás se alteró su Corazon, ni salió de sus labios una palabra áspera , ni mostró el mas lijero enfado, ora respondiendo á las preguntas inconsidera- das é inconvenientes, que sus mismos discípulos rudos é ignorantes le hacian algunas veces, ora contestando á las maliciosas y solapadas, con que venian á tentarlo cien veces los hipócritas, ora por fin, teniendo que su- frir calumnias y denuestos inícuos. Y no solo llevó su mansedumbre al extremo de dejarse atar como un malhechor, ser azotado como un esclavo, y crucificado como un malvado , sin desplegar sus labios, sino que, despues de un silencio tan inaudito, solo lo rompió para hablar á su Padre y decirle, que perdonase á los que le maltrataban , porque no sabian lo que hacian ?. Fueron tambien como colactáneas en el Corazon de María estas dos virtudes; pues habiéndose mostrado humilde en el acatamiento del Señor, y reputándose á sí misma por lo mas bajo y abyecto que habia entre las criaturas, no pasó un solo momento de su vida, sin te- ner la mansedumbre aposentada dentro de su Corazon, ni dió un solo paso, sin manifestarla en todas sus 1. Mansuetudo vera non nisi ex humilitate procedit, (Div. Bern. Serm. de B. V. Maria in Verb. Apoc.) 2 Usque adeo mansuetus, ut positus in cruce diceret: Pater, ignosce illis. (Div. August. Enarrat. ín Psalm. 44.

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