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173 conforme los interpreta el mundo carnal, que quiere amalgamar la carne con el espíritu? No es esta por cier- to la escuela de Jesucristo y de su Madre, y si hemos de acompañarlos en la gloria, primero hemos de imitar- los en la renuncia completa y omnímoda de nuestra pro- pia voluntad. Ñ MÁXIMAS. Nada vale dejar todas las cosas temporales, si no nos dejamos á nosotros. mismos. La abnegacion de sí mismo es el olvido total de lo que uno ha sido en su vida viciosa , y la renuncia omnímoda á su propia vo- luntad *. La abnegacion perfecta sacrifica á Dios hasta los objetos lícitos y puros; por eso nuestro Señor dijo á San Pedro: ¿Qué te va á ti de lo que le sucederá ú Juan? Tu sígueme ?. AFECTOS. ¡Qué diferencia no hay entre tu Corazon y el mio, ó purísima Virgen María! Es tu Corazon un abismo de humildad y de abnegacion, y yo no veo en el mio sino presuncióny altanería: no hay en ti sino afectos lícitos, purísimos, celestiales y divinos: y el mio solo respira deseos viles, terrenos y bajos: tu pureza y humildad enamoraron al Espíritu Santo, que te escogió para mo- rada y habitacion de su gloria: y yo por mi orgullo y presuncion he vuelto mi corazon cueva de ladrones in- fernales, que me arrastran á la perdicion eterna. ¡Ahl Señora amabilísima! No ha de ser así desde ahora, pues t Div. Basil. in Regul. interrogat. 9. 2 Joann. cap. 21. v. 22.

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