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1 IM cil: EIA m mu 172 grandezas. Pero, echemos una mirada á la distancia infi- nita de los resultados, pues en los sentimientos de Eva hallamos la causa de su ruina y la de sus hijos, y en los de María el gérmen de su felic idad y la nuestra !. Toda la perfeccion del cristiano estriba en la abnega- cion completa de su entendimiento á lo que Dios nos manda creer, y de la voluntad á lo que nos prescribe obrar. Por eso dice el Apóstol que, al aparecer entre los mortales la gracia del Salvador, enseñó á todos los hom- bres á que renunciasen á la impiedad y á los deseos dej siglo *; y esto lo hizo Jesucristo con solo dejarse ver ab. negado á sí mismo, y obedeciendo humildemente á su %adre hasta la muerte de cruz. Ahora pues, desde el momento de la encarnacion hasta el de la muerte de Jesus, toda su vida es un acto continuado de abnega- cion de sí mismo, no haciendo jamás su propia volun- tad, sino la de su Padre; y esto le valió un nombre eter- no, ante el cual se dobla toda rodilla, en los cielos, en la tierra y en los abismos ?. ¿Podremos por tanto nos- otros gloriarnos de seguir las huellas de Jesucristo en la tierra, ni mucho menos esperar la recompensa en el cielo, si pretendemos creer el Evangelio y las Escrituras y los demas dogmas, no como la Iglesia lo propone, sino segun las reglas de la falsa crítica, que el demonio en- señó á Eva en el paraiso, y ha continuado enseñando á los herejes y á los incrédulos? ¿Alegaremos derecho en el tribunal de Dios á los goces del cielo, si no sujetamos nuestra voluntad á los preceptos de la ley divina, si no 1 Sicut Eva inobediens, et sibi, et universo generi humano causa facta est mortis; sic el Maria Virgo obediens, et sibi, et universo generi humano facta est causa salutis. (Div. August. Serm. 18. deSanctis. 2 Tit. cap. 2. y. 11.-12. 5 Philip. cap. 2. y. 10.
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