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todo el mérito aun á las oraciones y penitencias mas austeras *. Y no debemos extrañar, que la falta de abne- icion de la propia voluntad sea el principio de ruinas y caidas lamentables; pues fué este el pecado de Luci- , quien, así como los que le imitan , hubiera con su altanería intentado dar muerte , sile fuera posible, al mismo Dios ?. Fué por lo mismo esta virtud aquella, de la cual el as: y Hijode Dios humanado nos dió mayores pruel 3 como el primer discípulo de su escuela fué la Vírgen María , por haberlo concebido antes en su mente que en su seno, en ningun corazon echó esta virtud raices mas hondas, que en el de esta purísima Señora. Instruida desde el primer momento de su existencia por la uncion del Espíritu Santo, en los males que la soberbia de nues- bra primera madre introdujo en la humanidad, y sa- biendo que sin la abnegacion no es posible entrar en la escuela de la verdad, se desprendió María desde enton- ces de toda su voluntad, y sacrificó su albedrío en las aras de su voluntad divina, diciendo al Señor que ella estaba dispuesta en todo á hacer su beneplácito: y en este primer pensamiento permaneció hasta el último momento de su vida mortal. Cuando tuvo que descu- brir esta abnegacion de su Corazon virginal á lo que Dios disponia de ella, se llamó sierva y esclava del Señor: y bien podia decirlo, pues ni en dicho, ni en hecho, ni aun en pensamiento, contradijo jamás á los mas leves preceptos del Altísimo, no reservando para sí misma ni un átomo de su propia libertad, sino dándosela toda en- 1 In die jejunii vestri invenitur voluntas vestra. Isai. eap. 58. v. 3. 2 Voluntas propria, quantum in se est, perimit ipsum Deum. Div. Bernar. Serm. 3. de Resurrect.
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