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Al contemplar tu humildad profundísima en medio de tantas excelencias, ó Corazon virginal, no puedo me- nos de preguntarte con un santo doctor: ¿De dónde te viene esa humildad y tanta humildad, ó Vírgen bien- aventurada? Mas, al ver que el orgullo y la presuncion se quieren enseñorear de mí, que no soy sino polvo y ce- niza, no puedo menos de decirme á mí mismo: ¿De que te ensoberbeces, ó gusano de la tierra? ¡Ah Señora! Bien sé que el hombre es como el heno, que ahora está ver- de, y al poco es arrojado en el horno: alcánzame la gra- cia, para que, conociendo que cuanto tengo me viene de Dios, no me gloríe jamás mas que en haber sido criado para amarlo, y en haber sido redimido con la sangre de tu Hijo, y habérseme abierto por sus méritos las puertas del cielo, para que vaya algun dia á verlo y gozarlo gara siempre. Me gloriaré puesen mi“Dios, y me regocijaré en mi Salvador, y en ti, ó María, pues es- pero que has de ser mi Madre, ahora y por los siglos de los siglos. Así sen. Oraciones y demás como el primer dia.

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