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130 nocer á su Criador, y conocerse á sí misma, para echar raices muy hondas en la humildad, y unirse por medio de ella con el Eterno é infinito por esencia. Y ¿cómo habia de ignorar la maestra de los humildes esta lec- ion tan importante? La fe nos enseña que hay entre Dios y la criatura una distancia infinita; pero no basta saber esto para ser ensal Izado á la gloria, siendo indis- pensable, que entre nuestra alma en la apreciacion ínti- ma de esta verdad, persuadiéndose de que siendo Dios el sér necesario, eterno é infinito por esencia , nosotros somos por esencia defec tibles y miserables: y que, por muchas que sean las perfecciones que nos adornan, esencialmente son limitadas, y esencialmente deberian perecer y tener un término, si el mismo Dios, que nos as da, no se dignase conservarlas y perpetuarlas: por- jue ni el mas encumbrado serafin, ni el hombre mas aventajado, pueden gloriárse de tener algo, q: no lo hayan recibido de la mano bienhechora del Señor* Cuando una alma es humilde de este modo, no echa sobre sí misma una mirada, sin que vaya inmediata- mente á po al profundo de su nada y de su propia niseria; y por muchas excelencias que la adornen, pasa su vista «con tanta rapidez sobre ellas, que apenas las vé. Pero, suelen ser las almas humildes, como las viole- tas que, á pesar de esconderse entre plantas inodoras y entre profundos valles y desechadas laderas , se mani- fiestan á todos por la suavísima fragancia, con que em- 1saman el ambiente; mas, cuando acaece á esas al- mas, que alguno advierte sus prerogativas, y se las des- cubre, entonces, tomando un vuelo mas rápido que el de la paloma, pasan del abismo de su nada, donde se encueníran. al océano inmenso de la bondad divina , de

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