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9 excelencias. Porque este es el principio, este es el me- dio, y esta la conclusion de cuanto se diga de la Vírgen, y esto mismo decia, hace ya mil años, San German Pa- triarca de Constantinopla, hablando con la misma Se- ñora con estas palabras: «Baste para encomiarle el de- cir, que nadie puede hacerlo dignamente: no hay quien tenga fuerza para ensalzar la sublimidad de tus alaban- zas: pero tú tienes dentro de ti misma un himno tuyo propio, y es el ser Madre de Dios*.» Como una conse- cuencia inmediata de esta predestinacion vienen todas las relaciones singulares del Corazon de María con cada una de las tres divinas personas, quienes la amaron, y adornaron, y embellecieron, haciendo de este Corazon un cielo animado y un templo vivo, y á las cuales estu- yo unido por las virtudes mas heróicas. Todas estas fue- ron inefables: pero se distinguen sobre manera, la fe, la esperanza, el amor á los pecadores, el que tenia al Re- dentor que los habia de redimir, la humildad, la virgi- nidad, la mansedumbre, la modestia, la abnegacion, el espíritu de sacrificio, la devocion interior, la ternura á su amado Hijo, su solicitud maternal hácia nosotros, su heroismo, y su celo por la gloria de Dios. Es tambien consecuente á aquella predestinacion, que el Gorazon de la Vírgen sea el refugio de los peca- dores, pues si no hubiera pecadores que salvar, no ha- bia para que Dios se hiciese su Hijo y muriese en una 1 De Dormition. Deipar., Serm. 2.

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