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7 Estas y otras cosas por el estilo han dicho sobre la sublimidad de las excelencias inefables de la Vírgen los Santos Padres de la Iglesia, griegos y latinos; y no sien- do posible referir sus testimonios por ser innumerables, basta repetir las siguientes palabras de San Bernardo. «¿Cómo te recordaré, dice, ó Vírgen, y cómo te alabaré? »Ha sido elevada tu magnificencia sobre los cielos, y tu ¡gloria es sobre toda la tierra, de tal manera que no hay »en el cielo criatura alguna que pueda alabar digna- mente tu grandeza, ni se encuentra en la tierra, quien »pueda expresar tus excelenciás. Porque nadie ha sido ¿hallado digno de abrir el libro de tus prerogativas, y de »desatar sus siete sellos. Muchos hombres de grandes »riquezas en la casa de Dios pusieron su mano á esta »'Obra fuerte, mas no pudieron comprender con claridad »la celsitud de estas riquezas, porque todas estas obras »son caminos inapeables y cosas inescrutables. Lo in. »tentaron: mas no pudieron pasar adelante. Cuando em- pezaban, concluyeron. Porque ¿quién hablará estas gran- dezas del Señor, y publicará todas sus alabanzas?» 1! Estas sentencias de tantos Santos sapientísimos, y de- votísimos de la Virgen, la indefinible sublimidad de esta Señora, que forma ella sola una gerarquía media entre la augusta Trinidad y los serafines, unidas á nuestra gran ignorancia, y mas que todo á nuestra indignidad para mirar aquel Corazon donde vive el Espíritu Santo 1 Div. Bernard., Serm. 2 in Salve Regina.
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