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92 necesitaba mucho y traía su alma muy gra- vada de culpas, y la-sagrada Imagen, desde que la vió, le urgía á ello. El religioso le res- pondió que de muy buena gana le oiría en el sacramento de la Penitencia; y le señaló el sitio de su confesonario para que fuese á él, después de avisar á sus compañeros que si- guieran su viaje y que cuidasen de su recua, que él los alcanzaría en el camino, y cuando no, que ya sabía la posada en la cual tenían que parar. Sentóse, pues, el Padre en el confesonario y dicha la confesión le preguntó cuánto tiem- po hacía que no se había confesado, á lo que respondió que veinte años; y cuánto tiempo había empleado en el examen, á lo que dijo que sólo el breve rato que había estado en presencia del Santísimo Cristo. Parecióle al confesor poco, y temiendo que por falta de éxamen no hiciese buena confesión, le acon- sejó la hiciera más despacio al volver de Ma- drid. Levantóse el penitente un pocoapenado, y partió á buscar á sus compañeros. El con- fesor fué luego á correr laS cortinas del San- tísimo Cristo; pero apenas llegó al altar co- MICnzo a sentir en su interior una fuerte re- prensión por haber despedido al penitente, pudiendo haberle ayudado. A la interior re-
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