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87 ta de cuantas han salido de las manos del Supremo Hacedor. Que son sus potencias perfectísimas: su inteligencia clara y vasta más que la del Querubín; su voluntad rectí- sima y encendida en fuego de amor divino, más que la del Serafín; su memoria feliz y grata, más que la del Ángel más iluminado Lejos de ella ni el más leve impulso hacia el mal: al contrario, sintióse siempre invenci- blemente atraída hacia el bien.. Las pasiónes le estuvieron siempre sujetas á la razón, y la razón obedeció siempre á la voluntad de Dios. Consecuencia de esto fué aquella paz inalterable de que siempre gozó. La quietud del alma de nuestros primeros padres*en su justicia original, y la de la augusta Señora de cielos y tierra, te dan de ella alguna idea; si bien distan mucho de acercársele. Esto nos da margen para conjeturar la sublime excelencia del alma de Jesús. Decir “de ella que es un alma santísima, perfectí- sima, excelentísima, trofeo selecto del poder de Dios, compendio de la creación, tesoro inagotable de riquezas, océano inmenso de bondad, depósito sacro de virtudes, esfuerzo supremo de la gracia y punto de cita de todas las maravillas juntas, no es sentar una exage- ración, es afirmar una verdad muy sencilla. Ñ

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