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— 63— lores, y que sabe lo que es padecer: y SUTos- tro como cubjerto de vergúenza y afrenta- dos.» (Is., m1, 3.) Porque no satisfechos los verdugos de la horrible carnicería que en Jesús habían hecho' los cinco mil y tantos azotes que habían descargado sobre sus es- paldas, y deseosos de probar en Él todo gé- nero de tormentos, su rabia, que con nada se «aciaba, les sugirió uno, atrocísimo y cruelí- simo, que el solo imaginarlo pone espanto en el ánimo. Fué el de coronarle Rey con todas las insignias y distinciones de tal; pusiéronle en los hombros por manto Real una clámide ó pedazo de púrpura vil y despreciable; en la mano por cetro una caña, y en la cabeza y sienes por diadema una espantosa corona 6 capacete de juncos ó cambroneras de agu- das y penetrantes espinas. Así vestido co- menzaron en seguida á saludarle como á rey de farsa diciendo: «¡Salve, oh rey de los ju- díos! Al mismo tiempo herían su cabeza con una caña, y escupíanle, é hincando las rodi- llas le adoraban.» (San Marc., xxv, 18 y 19.) ¡Oh excesode malicia de los hombres para con Dios! ¡Oh exceso de paciencia y sufri- miento de Dios para con los hombres! Pondera y reflexiona con detención los agudos, insoportables y atrocísimos dolores
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