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32 — violentísimos, estremecimientos acerbísimos, convulsiones dolorosísimas, contracciones y dilataciones penosísimas, que cada cual de por sí le proporcionaba dolores de tal exten- sión é intensidad, que exceden á toda huma- na capacidad. ¡Amor de mi Dios, cuán gran- de habéis sido conmigo! PUNTO SEGUNDO ¡Cuánto te enseña Jesús, alma devota, en la dolorosa crucifixión de sus benditísimas manos! Quiere decirte que también tú debes empuñar en las tuyas la vara de la mortifica- ción y de la penitencia, si quieres que tu con- versión sea verdadera y tu salvación efecti- va. Porque una de dos: ó has pecado, ó no has pecado. Si has pecado y eres culpable, tienes que aplicarte al enfrenamiento de tus apeti- tos, á la mortificación de tus pasiones, á la penitencia de tus pasadas culpas; porque dice la Verdad Eterna: «Si no hiciereis peniten- cia, todos pereceréis igualmente.» (San Lu- cas, xt, 5.) Si no has pecado y eres inocen- te, también tienes que hacerla, porque quien no hace penitencia en una forma ó6 en otra, no puede permanecer por mucho tiempo en gra- cia; no puede progresar en la virtud, ni pue-
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