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A pa riorados. De suerte que pronto hubieran desapa- recido por completo, si no se hubiera tratado de reimprimirlos. El texto de la reina Amalia no debía desapare- cer, y no ha desaparecido; como en la restaura- ción de una obra artística no debe desaparecer la piedra preciosa si la hubiere, sino antes debe po- nérsela bien de relieve con plata de ley, oro fino Ó preciosísima pedrería. Esto he procurado hacer yo en la segunda edición de esta curiosa perla litera- ria; he cuidado de poner bien de manifiesto el texto antiguo, poniéndole una estrellita al principio y otra al fin. Y á sulado y como engarzado con él, no la plata de ley, el oro fino ó la preciosísima pe- drería de un estilo elegante y clásico, cual hubiera sido mi deseo, sino el humilde y pobre artificio de mi lenguaje, que tal tiene que resultar junto al de aquella virtuosa y despejadisima señora. Con esto hago perfecta distinción entre lo que es de la primera y entre lo que es de la segunda edición; entre lo que es mio y lo que es ajeno; en- tre lo que es de la Reina y lo que es del vasallo. ¡Quiera el Señor que este mi humilde trabajo contribuya en algo para aumentar más y más en las almas el amor de Dios, el culto de la sagrada Pasión de Jesucristo, Redentor del mundo, y la devoción hacia la milagrosa imagen de Jesús, conocida con el nombre de Santísimo Cristo de El Pardo!