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93 pulos, de aquellos hombres, entonces tan acobardades: Ef vos festi- Segunda pren- monium perhibebitis de me. Y vosotros, mis discipulos, también se- aie ound io réis testigos de mi divinidad, vosotros que habeis presenciado mi toles. flaqueza y mis hmillaciones, seréis testigos e insirumento de mi tri- unfo. Y la historia viene a confirmar estas palabras, como confirmé las anteriores. El cambio que experimentan aquellos pescadores, que de rudos, ignorantes, sin letras y con muy poca inteligencia, segtn el decir del Salvador, liegan a escribir aquellas cartas no humanas sino divinas, en las que ensefian los més grandes misterios de Dios y enlas que una critica parcial y enemiga de 20 siglos no ha podido encontrar el error mas leve; el cambio experimentado en el d4nimo de aquellos discfpulos que abandonan a su maesiro, apenas lo vieron en manos de sus enemigos ; y poco después iban llenos_ de gozo ante los tribunales, porque consideraban como la dicha suprema el pade- cer por Jesucristo; y que a los jueces que les imponfan silencio y les amenazaban con penas gravisimas, respondian con valor desconoci- do hasta entonces: Es preciso obedecer a Dios antes que a Jos hom- bres. La suerte de aquellos hombres poco antes timidos como ovejue- las sorprendidas por manada de lobos hambrientos y ahora impaévidos ante los instrumentos del suplicio, sonrientes ante el tirano y confe- sando !a divinidad de Jesucristo, su fe y su amor hacia elMaestro, col- gados de madero o bajo el hacha del verdugo o en tina de aceite hir- viendo, son el testimonio mas claro y manifiesto de la divinidad del Salvador. Mas no vayais a creer que, al decir Jesucristo: vosofros daréis Conclusién: > Z ra as 5% Nosotros debe- testimonio de mi divinidad, se dirigia tan solo alos discipulos que mos dar testi- delante de sf tenfa; pensaba en nosotros, nos hablaba a nosotros, a ee los cristianos de todos los tiempos; también nosotros debemos dar festimonio de le divinidad de Jesucristo, también nosotros debemos pa- Con nuestra fe, fentizar nuestra fé, nuestro amor, nuestra profesién de cristianos; y la Sa preg debemos patentizar en nuestras obras y empresas, en nuestras con- ducta haciendo ‘ . odo por amor versaciones, en nuestra conducta, conformes siempre con la ley de aJesucristo. Jesucristo, y como dice el Apéstol, haciendo todo en nombre de Jesu- cristo y por su amor. Este fué el primer deber, el deber més sagrado de los Apéstoles, Este es nuestro predicar a Jesucristo, proclamar su divinidad, propagar su reinado; y a aa sus escrifos y la empresa que acometieron de convertir al mundo y su intrepidez ante los peligros y ante los obstaéculos, su martirio en fin, nos dicen que cumplieron maravillosamente con ese deber sagrado: y predicar a Jesucristo, proclamar su divinidad, defender sus dere- chos, propagar su reinado por el orbe con nuestras obras y palabras y escritos y conducta y empresas, es también el primero de nuestros deberes, el mas sagrado de todos, y digo que es el primero y el mas sagrado, porque es deber de gratitud hacia un Dios que siendo no-
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