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La plegaria del cristiano es de efecto infalible. Primero: por- que Dios que es nuestro Cre- ador no puede negarse a ello. Ejemplo: Moi- ses suplicando vence a Dios. Segundo: por- que Jesucristo a quien nada puede negar, ora con noso- tros. 88 da {ntegra al mal servidor qne le pedfa solamente un plazo, el que nos asegura que si un amigo da tres panes al amigo y el padre carnal, aunque malo muchas veces, no da asu hijo una piedra en lugar de pan o una serpiente en lugar de pescado o un escorpién en lugar de un huevo; con més raz6n nuestro Padre celestial que por ningtin pa- dre ni por todos los padres es igualado en poder y en ternura y en amor, daré a vosotros, sus hijos queridfsimos, cuanfo humildes y confiados le pidiereis, si ello os fuere conveniente. A fin de derramar una gota de consuelo, un poco de confianza en vuestros corazones acongojados, voy a demostraros, apoyaéndome en el evangelio del dia que vuestra plegaria, vuestras siplicas y lagrimas son siempre ofdas y siempre bien despachadas, si reunen las condi- ciones que en el evangelio del dfa se marcan. Y va a ser la primera raz6n en que fundamento esta doctrina, una raz6n bien atrevida, a saber que Dios que es nuestro creador no pue- de negarse a ello; y me lo autoriza S. Bernardo de quien son estas palabras: oratio vincit invincibilem, supérat ommnipotentem \a ora- cién vence al que es invencible, domina al que es omnipotente. La Sda. Escritura nos cuenta una ’porfia que Dios tuvo con Moi- sés: el pueblo de Israel apartése del Sefior, nos dice el libro del Exo- do, y construy6 un becerro de oro a quien ofreci6é incienso y adora- ciones, y Dios grandemente irritado, determin6 castigarle y raerlo de sobre la haz de la tierra; cay6 de rodillas Moisés el gran caudillo del pueblo israelita y rog6 al Sefior que le perdonara aquel pecado tan grande; y las Escrituras santas ponen en boca del Sejfior estas elo- cuentisimas palabras que revelan bien alas clarasel poder irresis- - tible de la oraci6én: déjame, decia Dios a Moisés déjame que encien- da mi furor en ellos y los abrase. (Exod. XXXII, 7.) Y en esa porfiada lucha gquién venci6? Vencié Moisés, es decir la oracién, y Dios no borr6 el pueblo de Israel de sobre la haz de la tierra, porque Moisés, es decir ja oracién humilde y confiada no lo permitié6, es que como os he dicho, la oracién vence al invencible; que un pecador humilla- do y con Ja plegaria en los labios desarma al omnipotente, arranca de sus manos los rayos de su venganza y esto, no por el valer de nues- tras oraciones, sino porque Dios ha empefiado su palabra: Petite et accipietis: Pedid y recibireis y sabed que Dios es fiel cumplidor de cuanto promete. Pero atin hay una raz6n mas poderosa y més convincente... 4Puede negar algo el Padre eterno a Jesucristo su hijo primogénito, su Verbo eferno, en quien tiene sus complacencias? No, nada puede negarle, nos lo garantizafel mismo Jesucristo. Omnia mihi tradita sunt a Pa- fre meo y como titulo y raz6n de esos derechos, nos ofrece su cuer- po colgado de una cruz, su sangre de valor infinito derramada hasta la ultima gota, y después de esto, recordad esta verdad harto olvida-

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