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85 flexionamos con frecuencia y con espiritu de fé cristiana, tened por cierto que, al vernos anegados por las olas de! sufrimiento 0 aplasta- dos bajo el peso de la cruz, experimentarfamos la dicha, el consuelo y la esperanza que experimenta el labrador al sembrar en sus campos la semilla que le ha de producir el ciento por uno, que experiment el Salvador cuando dijo: Desiderio desideravi hoc pascha manducare. Lo fercero que hace amargo el dolor es el no poder escapar a él Tercera cosa la j te desesperacion. y eso es lo que hace horrible, espantoso el dolor del infierno, lo que hace al infierno verdadero infierno y al purgatorio suave, dulce, ama- ble, antesala del cielo. Admiremos la Providencia de Dios, quien te- F) dolor de es- miendo que la desesperacién se apodere del corazén que gime bajo el 2 a peso del dolor, nos ha proporcionado un apoyo firme, es |aesperanza _peranza. y una esperanza cierta de que pasaré la tormenta; una eSperanza ci- mentada en la palabra de aquel, cuya palabra sostiene el mundo, apo- yada en el Evangelio del dia, cuyo fin Gnico es levantar los dnimos de aquellos pobres discipulos, corroborada por la misma dicha que proporciona alos mundanos, porque si Dios regala con frecuencia a los malos y los encumbra gqué no haré con los que son sus _hijos? Y esta esperanza, que es el cielo anticipado, que es dncora que impi- de que el navfo de nuestra alma sea arrastrado por las olas y lo afir- ma en tierra firme, formando un puerto seguro atin en medio de los mares, hace dulces y sabrosos todos los trabajos, quita las amargu- ras a nuestras lagrimas y suprime la gota del caliz del dolor. iCristianos que sufrfs! aunque la tierra tiemble y se conmuevan goorente igual- sus cimientos y los cielos se confundan con los abismos y la natura- dad entre bue- , nos y malos en leza entera se derrumbe, levantad vuestras cabezas: sobre ellas bri- este mundo pe- lia una estrella con fulgores divinos, es la palabra de Jesucrisio que 6 ore nos dice; faltardn el cielo y la tierra, pero no mi palabra, la palabra Dios. de Jesucristo que nos asegura que aunque los justos vivan mezclados con los impfos y sean asolados por las mismas guerras, diezmados por las mismas enfermedades, triturados porlas mismas calamida- similes del tue- des, su ojo vela siempre sobre el justo y distingue bien a los suyos; So sey oo que el mismo fuego hace brillar al oro y quema la paja, el mismo. bol. movimiento hace exhalar al cieno hedor y suave aroma 4 la flor, que no ha de ser la misma la suerte de! arbol fructifero que la del infruc- tuoso, aunque ambos sufran los rigores del mismo invierno. Escuchad y grabad bien en vuesira memoria la grande y consoladora promesa que Jesucristo os hace en el Evangelio, el Espiritu Santo, Espiritu de verdad, el sol, la luz divina que os ensefiaré esta también grande y también consoladora verdad: que podeis hallar la dicha, y no la di- cha de los sentidos, la dicha engafiosa, que contiene en sf mortal ponzofia, sino la dicha verdadera en medio de las tribulaciones y las angustias; de suerte que podais exclamar con el Apéstol S. Pablo: Re- pletus sum consolatione, superabundo gaudio in omni tribulatione:
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