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83 Homilia.—E\ domingo pasado os decia que e) hombre esté so- metido cn este mundo a la ley del dolor, que tal ha de ser lta suerte de los que a Dios aman; y afiadf para vuestro consuelo, que dicha ley no era la ley de la eternidad; que muy otra ha de ser en el otro mundo la suerte de los que en este lloran. No dejo de comprender que semejante pensamiento no ha de saciar la sed de dicha que vuestros corazones sienten. Por esto y porque para ello nos da pie el Evangelio del dia, to- mado del mismo S. Juan, Cap. XVI, 5-15, vamos a considerar si no cabe en este mundo ninguna clase de dicha, si nuestra suerte en este Ll ag Pony © destierro ha de ser derramar siempre l4grimas amargas sin mezcla de dicha aunque consuelo; y apoyado en las palabras de Jesucristo en el Evangelio del aeEET. dia, palabras de consuelo y de aliento todas ellas, vengo a sostener que podemos ser dichosos en la tierra, que existe una dicha que es la verdadera, compatible con las lagrimas. Para comprender esto que parece un contrasentido, es necesario free commas ee que analicemos lo que es el dolor, y mejor todavia, qué es lo que hace _insoportable al dolor amargo, duro, cruel, aborrecible, espantoso; y encuentro que las causas de esto son: primero la aversi6n de Ja voluntad; segundo ia privacién de un bien que apetecemos; tercero la desesperacién que engendra en nosotros, al cerciorarnos de que no podemos huir de él y esto es lo mds amargo del dolor. Lo primero que hace que el dolor sea amargo, duro, cruel, abo- Primers: i e- trecible, insoportable, es la aversi6n de la voluntad; que, si nuestra FP ealaakas, . voluntad ama, anhela, ansfa la cruz, busca el sufrimiento, hemos su- primido la gota de amargura en el céliz del dolor y podemos encon- trar la dicha en el mismo sufrimiento; que muchas fueron las lagrimas que el Salvador Dulcisimo derram6, mientras llev6 a cabo la obra de nuestra redencién, pesadisima fué la cruz que por nosotros cargé sobre sus hombros; y sin embargo en esas la4grimas y bajo esa cruz encontr6 la dicha y el consuelo gpor qué? Porque la cruz y los tor- mentos fueron el anhelo constante de toda su vida: Desiderio deside- ravi hoc Pascha manducare vobiscum: Grandes deseos tenia de que Hegara esta hora. (Luc. XXIl, 15). éPero se puede amar el dolor? Sf, A. O. el dolor, la cruz es ama- = seine ro ble, es deseable: y garantia suficiente de esta afirmaci6n extrafia son seada. el ejemplo de Jesucristo que acabo de citar y el que Jesucristo, que tanto supo de dolores, lo proponga en este evangelio como una de las causas de alegrfa. Dice el Evangelio del dfa: Expedit vobis ut ego vadam. Os es ao conveniente que yo mismo muera en cruz. Yo veo esta conveniencia ; precisamente en que pasando Jesucristo por el dolor y por la cruz im- primi6é en ellos sus huellas, su dulzura, su suavidad, y les quit6 todo su horror. Os dije el domingo pasado que Dios nuestro Sefior, des- a A aan

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