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lador e instruc- entre Dios y el 72 serén perdonados, Y faltaba Tomas, el Didimo, uno de los doce, cuando esto acontecié. Dijéronle pues: Hemos visfo al Sefior; aio que contest6: no creeré, si no veo en sus manos Ia sefial de sus cla- vos y metiere mis dedos en los agujeros y mi mano en su costado. Pasados ocho dias hali4banse de nuev9 reunidos y 80 mas con ellos, y presentose de nuevo Jestis estando las puertas cerradas y dijoles: la paz sea con vosotros; y dirigiéndose a Tomas le dijo: mefe aguf tus dedos y ve mis manos, y mete la tuya en mi costado y no quie- ras ser incrédulo sino doécil. Respondié Tomas y dijo: Sefior mio y Dios mfo: y reprochole Jess: has creido porque me has visto, biena- venturados los que no vieron y creyeron. E hizo Jests ofros muchos milagros en presencia de sus discfpulos, los cuales no estan escritos en este libro. Y éstos han sido escritos para que creais que Jestis es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, creyendo ésto, obtengais la vi- da eterna en su nombre. Ya os he dicho que es consolador e instructivo en exiremo este evangelio. Yo encuentro en él estos dulcisimos consuelos e instruc- ciones. : Primera: Existe ya la paz entre el hombre y Dios, aquella paz anun- ciada por los Angeles, al nacer nuestro dulcisimo Salvador y traida ahora por Jesucristo y repetida no una, sino tres veces en el evange- lio del dia. Regocigémonos por consiguiente y entreguémonos a los trasportes de una santa alegria. Nosotros los desterrados del paraiso y arrojados del cielo, los condenados a sufrir en este inundo y sufrir eterna e infi it mente mas en el otro, los esclavos de Satands, los que no podfamos levantar nuestra vista al cielo, sin temblar, al ver convertido en enemigo nuestro, en Juez severo, el Dios, nuestro creador y Padre; los que tenfamos contraida una deuda enorme con la justicia divina, deuda tal que de ningtin modo y por ningtin medio podjamos pagar, estamos en paz con Dios que ha vuelto a ser nues- tro Padre tierno y carifioso, en paz con la justicia que ha quedado to- talmente satisfecha, en paz con los 4ngeles que son nuesiros herma- nos, en paz con las criaturas todas que ya nos reconocen por su Se- fior y duefio, herederos del cielo, libres de la esclavitud, engendrados a una nueva vida. Tan en paz con Dios que hasta nos tienen envidia los Angeles. Segundo consuelo e instrucién dulcisima. a escritura por la que se ha estipulado la paz son Jas llagas del Redentor, El mismo se las ensefiaba a los discipulos, al decir la paz sea con vosotros, y se las ensefiaba para infundirles esperanza, para asegurarles de la verdad de sus palabras, se las ensefiaba para decirles c6mo_ se habia hecho la paz entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, con sus Ila- gas preciosfsimas, con sus sufrimientos, con su muerte en cruz, que efectivamente era enorme la deuda contrafda con la justicia divina, y —~_-—

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