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: DOMINGO DE PASION Expl. lit. S. Juan, VIII, 46-59. Quis ex vobis arguet me de peccato? Si veritatem dico vobis, quare non creditis mihi? Con esta interrogacién bien atrevida por cierto y que resultaria falsa, absurda y contraproducente en quien no fuera Jestis, en quien no brillara por una santidad a prueba de calumnias y m-irmuraciones, inicia el Salvador un didlogo interesante en extremo entre El y los judios que no querian reconocer su divina misién y apelaban a todos los medios para desvirtuar sus milagros y sus ensefianzas, Una cosa tan solo estaba fuera de duda, reconocida por- sus mis- mos enemigos, la santidad de su vida y apoydndose en ella: Quis - ex vobis... les arguye victoriosamete... guare non creditis mihi? Qui ex Deo est, verba Dei audit. Propterea vos non auditis, quia ex Deo non estis. Jesucristo desbarata todas las tergiver- saciones, desenmascara los sofisticos pretextos de los judios y da la verdadera raz6n de la incredulidad judia. No pudo herir mas en lo vivo el amor propio de los judios, de aquel pueblo que se creia el solo hijo de Dios, a diferencia de los demas pueblos que solo podian aspirar a ser sus esclavos. Asi la respuesta de los judios es brutal. Responderunt ergo judaei et dixerunt ei: Nonne bene di- cimus nos, guia samaritanus es tu, et daemonium habes? Alu- sion clarisima a la que se creia patria del Salvador, Galilea y a la calumnia que se habia levantado y que en otra ocasién le echaron en cara, de que arrojaba los demonios por poder de Beelzebub. A ultraje semejante responde Jestis con mansedumbre grande: Ego daemonium non habeo; y hace ver la diversidad de conduc- ta observada por Jestis y sus enemigos. Sed honorifico Patrem meum, et vos inhonorastis me, \la- mandole samaritano y demonio, sinénimos de seres despreciabilisi- mos. Ego autem non quaero gloriam meam: est gui quaerat et judicet... nada me importan los ultrajes, hay uno, Dios, que se cuida de mi honor y lo defendera. Amen, amen dico vobis; si quis sermonem meum servave- rit, mortem non videbit in aeternum... Con palabras graves y solemnes, vuelve al tema que habia motivado el didlogo; la necesi- dad de creer y practicar sus divinas ensefianzas, tan combatidas por ellos, haciendo una promesa que debi6 sonar a blasfemia er los
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