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ae 129 sin ser obligado de nadie, solamente a impulsos del amor ha tomado Jestis sobre sf todos los pecados de Jerusalén y va a morir por su rescate. .C6mo pues no se han de bafiar en llanto sus mejillas, al con- siderar que aquel pueblo por quien esta a punto de obrar tantas fine- zas de amor, colmara la ira de su Padre menospreciando la sangre que va a derramar tan a su costa y que seguiraé rodando en vertigino- Sa carrera por la pendiente de sus vicios hasta despefiarse en los profundos abismos? Este es un nuevo torcedor que de todo punto afli- ge y sume en la mas profunda tristeza a Jestis al contemplar a Jeru- salén, ver que se va a fulminar contra ella sentencia de destruccién no solo temporal sino eterna. £Qué mucho, por ende, que llore Jesus al ver los desastrosos sucesos que a mds andar se vienen encima sobre la desdichada ciudad? Con cudnta raz6n exclamaria entonces con el profeta Jeremias: Jerusalem, Jerusalem convertere ad Dominum Deum tuum: Jerusalén, Jerusalén vuelve al Sefior tu Dios. Aqui estoy dis- puesto, si ti quieres arrepentirte, a olvidarme de tus culpas y estre- charte en mi regazo; de lo contrario «ecce dies venient in te» dias de terror y de luto te aguardan. Todo fué en vano; las lagrimas y profecfa de la destruccién de la ciudad no fueron parte para ablandar los corazones de los moradores de Jerusalén, mas duros e insensibles que las mismas rocas; Jerusalén no se aprovecho de esta postrera venida de Jestis, ni quiso reconocerle por su Mesias. A los pocos dias se alzaba una cruz en la cima del Cal- vario y cosido a ella contres clavos expiraba en medio de los més atroces sufrimientos un hombre que frisaba en los treinta y tres afios, éQuién era aquel desdichado? Era Jests, el mismo que pocos dias an- tes lloraba a las puertas de Jerusalén y anunciara sus desdichas, que moria a manos de sus enemigos. ¢Qué delito habia cometido para que asi se Je castigara? Haber amado en demasia alos hombres. Toda la naturaleza hizo por su muerte un muy doloroso llanto, sd6lo Jerusalén salpicada por la sangre de la inocente victima que acababa de sacrifi- car, permanecia insensible provocando la célera divina. Tamafio cri- men clamaba venganza y la venganza no se hizo esperar; treinta y sie- te afios mas tarde, en tiempo del emperador Vespasiano, su hijo Tito acaudillando numerosas huestes romanas, ponfa cerco a la ciudad deicida, y depués de derrumbar sus muros y llevara sangre y fuego cuanto se le ofreciera al paso, Jerusalén,la hija de Si6dn, la gala de Palestina, era uncida al carro triunfal de Roma. As{f sucumbi6 aquella ciudad ilustre y grande en hazafias y favores del cielo, pero sobrema- nera mds grande en abominaciones e iniquidades. De esta manera vino a cumplirse la profecfa del Salvador, cuan- do al llorar sobre la ciudad, anunciara que no quedarfa en la ciudad piedra sobre piedra. Desde entonces sus hijos andan dispersos por las cuatro bandas del mundo, errantes y sin solar fijo, llevando im- 10 ee Seetieentles inna panna
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