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pet siadisermictna eee eee ascends aan 124 llevan. Basta con que dirijamos nuesiras miradas a nosotros mismos y observemos que todo se nos ha dado, lo tenemos de prestado y lo hemos de devolver algtn dia; basta esto, digo, para_concluir que no- sofros somos esos administradores y que por eso el Evangelio no nos dice, ni en qué lugar, ni en qué fecha, ni en qué ocasi6n pronun- cié Jesucristo esta pardbola tan rica en ensefianzas; por eso no se di- rigié Jesucristo a los doce Apéstoles sino a los discipulos, a cuantos le sigan, a cuantos se honren con su nombre. Pero nuestra alma, nuestros cuerpos, nuestras facultades, nues- Hemos sido ad- tog sentidos, nuestros bienes de fortuna nos dicen algo més, nos fieles. dicen que hemos sido muy malos administradores, administradores infieles que hemos derrochado y malgastado contra el querer del Sefior los bienes que El nos ha dado. Pee aut aa £Para qué nos ha dado Dios el coraz6n? Las sagradas Escrituras, corazén y en desde la primera hasta la Gltima de sus paginas, nos predican que se Cae nos ha dado el corazén para amar a Dios; y para amar a Dios, nos repiten de continuo las criaturas todas, cuanto hay en el cielo y en la tierra; y nosotros lo hemos malgastado, amando las criaturas, po- niendo nuestro amor en la riqueza, en las bellezas de este mundo, en los placeres sensuales. ¢éPara qué nos ha dado Dios Ia inteligencia sino para pensar en al le Bll El, meditar en su amor, admirar su hermosura, contemplar sus per- teligencia y pa ra a ha fecciones, aprender sus mandamientos, descubrir sus divinos quere- res? y nosotros, ni una vez siquiera levantamos la vista al cielo y so- lo lo de la tierra nos preocupa y nos absorbe. 4Cudles son sino nues- tros pensamientos de dia y de noche? Para qué los Salta. éPara qué nos ha dado Dios los sentidos, en una palabra, el cuer- gel cuerpo? po, el alma? gel alma? dlos bienes de Y nosotros lo hemos malgastado todo, la salud quizé, las fuerzas, fortuna? —_ 1a vida y ciertamente no en el divino servicio. Para qué nos ha dado Dios los bienes de fortuna? Junto a noso- tros, rodeados de todas las comodidades, ha pasado El, ha pasado Pasa Jestis n cesitado Jento en el mendigo que llam6 a nuestra puerta, en el enfermo que nada te- S aoe ¥ nia para comprar las medicinas, en el misionero que pedia una limos- nita para los _pobrecitos infieles, en el sacerdote que, con el rubor en la frente, pide para su iglesia, para embellecer un poquito la morada del Dios vivo, o para defender con la pluma los intereses de la Reli- gién, los derechos de Dios; paso, digo, de todas estas maneras y mil otras, y nosotros, nada, ni mirar siquiera ni darnos cuenta de ello. Confesemos pues y confesemos con el rubor en Ja frente que so- mos el administrador de que habla el Evangelio y que hemos admi- éQué medida nistrado muy mal los bienes que Dios ha puesto en nuestras manos. meant ~ Por consiguiente debemos preguntarnos si somos cuerdos y sen- ‘dia del jut ene satos: £Qué haremos nosotros para cuando se nos pidan cuentas?
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