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a a ek endneasnaannebedeeaeel a ta , “ 2 : i cee rene terete tre a te 2 nerd me r= a RAGE TE EC EE NELOTTE A SOT LOS LE ELS AL OLEELE ee oe SSAC APES ARREARS EBA cic MERE TES 118 : ano antes de nos lo dice San Pablo que por ser Apéstol tan bien lo conocfa: esfa- eetcdos ‘cor. Dan atestados de toda iniguidad, de fornicacion, de malicia, de ava- —, des- rjcja, de maldad; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, oheeag de engafios, de malignidades; murmuradores, detractores, aborre- cedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de ma- les, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia (Rom. |, 29-52); y en otro lugar: No hay justo ni atin uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se apartaron... no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno. (Rom. Ill, 10-12). ; Cuan ciego andaba el género"humano nos lo atestigua el mismo Ceguera del gé- Apéstol. Diciendo ser sabios, se hicieron fatuos y trocaron la glo- —e ria de Dios incorruptible, en imagenes de hombres corruptibles y Esclavitud det 2 aves y de animales de cuatro pies y de serpientes. (Rom., 1, 22- género huma- 93); es decir, que el género humano gemia bajo la mas dura esclavi- tud, la esclavitud del vicio, y la esclavitud del error impotentes para el bien, indtiles para el cielo, hambrientos de doctrina sana y ensefian- La -— * Je- zas verdaderas; y a esa muchedumbre san6 Jests, el dulce, el piado- Cambio del gé- 80, el compasivo, el tierno Jestis; y hoy las criaturas todas, los An- nero humano. eles del cielo, se admiran al ver y presenciar las virtudes de la tie- : tra y la sabiduria de los hombres, al ver y presenciar el celo de los Apostoles, la fortaleza de los martires, la santidad de los confesores, la pureza de las virgenes, la sabiduria de los doctores; al ver y con- tar entre sus filas celestes, los cojos, los tullidos, los sordos, los mudos, hijos de Adan; y sobre todo, al ver y presenciar los miles y miles que se acercan al banquete eucaristico y comen a Dios, dicha que ellos envidian. Los enfermos y Dirigid vuestras miradas sobre vosotros mismos, sobre vuestras hambrientos del Evangelio propias almas, rodeadas de finieblas, victimas de la ignorancia, ex- mumbolo de | puestas a mil errores y engafios de parte del mundo, del demonio, de nuestras propias pasiones, cojas espiritualmente, que no es otra cosa ese continuo caer en el camino de la virtud, ese frecuente quebrantar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, ese excusar su cumplimien- to con fdtiles pretextos; débiles en los propésitos que hacemos, aho- ra al parecer firmes, sinceros, con lagrimas en los ojos, y que luego se disipan, como se disipa el humo; impotentes, sin fuerza para per- donar al préjimo, hacer bien al enemigo, olvidar las ofensas, buscar las humillaciones y los desprecios. Y sobre todo hambrientos, ham- brientos de paz, de dicha, de felicidad, de amor, es decir, de Divs. Tal es el estado de nuestras almas. A. O. Los mudos, los cojos, los tu- llidos, los sordos, los ciegos, los débiles y los hambrientos se acer- Nuestro reme- caron a Jestis y Jestis les sané y Jestis sacié su hambre. Jesiis no se cercarnos aJe- ha ido, Jestis no ha cambiado, Jestis es el mismo y vino tanto para siis acercarnos ‘ : a la Eucaristia. nOSOfros como para ellos y si por ellos vino, por nosotros vino y se
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