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107 16 a las hermanas de Lazaro con ocasién de la muerte de éste, salidle al encuentro Marta; pero Jesis llama a Maria: Magisfer adest et vo- cat fe. Y nos dice el santo antes citado, que cuando el Hijo de Dios se hallé en el huerto de los Olivos y sud6 sangre bajo el peso de nues- tros pecados, un 4ngel bajé del cielo para sotenerlo y econfortarlo. No sucedié lo mismo sobre la cruz; despreciado, excarnecido, blasfe- mado; desgarrado su cuerpo con azotes, atrevesada su cabeza con espinas, clavados sus pies y manos con recios clavos; victima de los dolores y angustias més inconcebibles, ni baja un Angel del cielo a confortarlo, ni este se abre para sostenerle; y gpor qué esto? se pre- gunta S. Juan Cris6stomo y responde: En e/huerto Jesucristo nin- gun consuelo tenia y fué preciso que un angel bajara para su con- suelo; pero en la cruz tenia un consuelo el mds confortador para el Coraz6n de Jesiis: un ladrén penitente: Ab angelo descendente de celo confortatur in horto; a latrone peenitente confortatur in cruce. Pero donde aparece y se afirma esa predileccién de Jesus por los pecadores arrepentidos es en el Evangelio del dia. Los fariseos, a- quellos hombres frios, egoistas; aquellos hombres, orgullosos mur- muraban del proceder del Salvador y no podfan comprender el por qué de sus simpatia por los pecadores: Hic peccatores recipit et man- ducat cum illis. Y Jesucristo ni se avergiienza, ni se retrae, ni se o- culta su carifio hacia los pecadores, antes condos pardébolas dulcfsi- mas y tiernfsimas descubre de par en par su coraz6n compasivo y la predileccién que por ellos siente. ;Oué hombre de vosotros, dice a los murmuradores, gue feniendo cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el desierto y va en busca dela que se perdié hasta que la encuentra; y encontrada no la pone gozoso en sus hom- bros y vuelve a su casa y junta a los amigos y vecinos y se congra- tula con ellos por haber hallado la oveja que habia perdido? Os di- go en verdad, que habraé mas gozo en el cielo por un pecador que se convierle gue por noventa y nueve justos gue no necesifen arre- pentimiento. Y continuando su discurso con los mismos fariseos, pero’ pues- tos sus ojos y su coraz6n en los pecadores que le rodean, vuelve a insistir en la misma verdad. O,gué mujer gne tiene diez monedas y pierde una, no enciende la lampara y barre la casa y busca con di- ligencia hasta encontrarlo, y encontrada, llama a sus amigas y ve- cinas y les pide el parabién, porque ha encontrado Ja moneda que habia perdido? Asi, digo gue hay gozo delante de los hijos de Dios por un pecador que se arrepiente. La Iglesia, Esposa de Cristo, cuya predileccién para con los pe- cadores corre parejas con la predileccién de Jestis, que sabe que es el mismo Jesucristo el Divino Pastor, que ha abandonado el cieio y la muchedumbre de los angeles y ha bajado a este mundo enbusca de Su pasién Las dos. paré- bolas,
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