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2ean oF a ements Bast FS ae ee nA TS en esucristo nos ega wna pre- ciosa herencia. Dicha herencia es Jesucristo. Poder absoluto de Jesucristo en el cielo yen la tierra. Como Dios y como hombre. Derecho que nos confiere di- cho testameuto 100 y del Espiritu Santo, ensefidndoles gue guarden todas las cosas que os he mandado; y he aguf; yo estoy con vosotros todos los dias has- ta el fin del mundo. Tales son las palabras con que cierra S. Mateo su Evangelio, las palabras que pronuncia nuestro Redentor Divino, an- tes de volver al seno del Eterno Padre y sentarse a su diestra, las pa- labras con que Jests, el siempre bueno y compasivo Jestis, nos otor- ga el mas grande de Jos beneficios, el més rico y beneficioso testa- mento que han conocido los siglos, testamento que solo pudo hacerlo un Dios, y eso después de morir en una Cruz, testamento en que nos lega a nosotros que tanto le hemos ofendido, un tesoro inmenso e in- agotable, un tesoro infinito, es decir, el mismo Jesucristo, que se nos da y ha de permanecer siempre con nosotros, ecce vobiscum sum usgque ad consummationem saeculi, Jesucristo con su divinidad y con - su humanidad, su alma, su cuerpo, sus luces, sus gracias, su cielo, sus virtudes, sus sufrimientos, sus méritos, el Espiritu Santo. Escuchad con atencién, derramad légrimas de agradecimiento, haced mil protestas de amor, tomad firmfsimos propésitos de corres- ponder a tan grande fineza del Salvador. Para que nadie dude de su poder y ponga en tela de juicio la va- lidez del testamento, para que no pueda impugnarlo ni el pueblo Judfo que se crefa el tinico hijo de Dios, ni el demonio, nuestro antiguo tira- no, y que tantos y tan duros derechos sobre nosotros ejercfa, ni Dios que era nuestro acreedor y nuestro enemigo y nuestro juez, para sos- fener nuestros alientos, comienza por estas palabras tan solemnes co- mo verdaderas: Data est mihi omnis pofestas in coelo et in terra; ni en el cielo, ni en Ja tierra hay poder sobre el mio; como Dios, por- que soy el soberano duefio de! cielo y de la tierra, y como hombre porque he comprado con mi sangre y en beneficio vuestro ese sefiorio y desde el insecio que se arrastra hasta el més encumbrado de los Se- rafines que rodean el trono del Altisimo, me sirven, obedecen y adoran. Tomad buena nota de los beneficios que en el testamento se nos confiere. Eunfes docete omnes gentes, ensefiadies que ha sido revo- cada la sentencia de condenacién dada al género humano, rotas las cadenas con que el demonio les tenfa aherrojados, sacudida Ia tiranfa de Satands, destruido el imperio del pecado y de la muerte, aplacada la ira del justo e inflexible Juez, satisfecha cumplidamente la divina justicia, reconocidos los hombres por Dios como hijos, por los Ange- les como hermanos, por la creacién entera como su rey y sefior y he- redero del cielo. Decidles que Jestis, su Padre, su Dios, su Redentor, su principio, su fin, permaneceraé con ellos hasta el fin de los siglos, que no les abandonara jamas y con Jests su divinidad, su humanidad, su cuerpo, su alma, sus gracias, sus méritos, sus obras, sus sufri- mientos, sus virtudes, sus dones,'su cielo, y con Jestis tendremos al

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