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en hereieee ees memren 8e Necesidad de hablar del Es- piritu Santo. Por la fiesta que celebramos Por el Evange- lio del dia. Por la ignoran- cia que existe entre los cris- tianos. No voy a ha- blar de su na- turaleza intima. Quisiera hablar de los maravi- llosos_ frutos que en ellalma produce. Frutos del pe- cado original. 96 guam fiat: ut cum factum fuerit credatis. Las palabras que si- guen, debieron ser pronunciadas en el momento de levantarse de la mesa, para emprender la marcha al huerto de los Olivos: Jam non multa loquar vobiscum. Venit enim princeps mundi hujus, et in me non habet quidquam. Estas palabras constituyen una afirma- cién terminante de la inocencia de Jestis y de que si va a ser cruci- ficado, no es ciertamente, porque lo haya merecido; sino sola y tinicamente la voluntad del Eterno Padre: Sed ut cognoscat mun- dus, quia diligo Patrem, et sicut mandatum dedit mihi Pater, sic facio. Surgite, eamus hinc. Homilfa.—La fiesta solemnisima de hoy dedicada al Espiritu Sen- to, los trasportes de jibilo de nuestra Madre la Iglesia, los cantos en- tusiastas que entona y las siplicas ardientes qne dirige al Espiritu consolador en el oficio divino, y el mismo’Evangelio que acabamos de leer en la Santa Misa tomado de San Juan cap. 14, 25-51, Evange- lio en el que se lee la consoladora promesa y aseguramiento de la ve- nida del Espiritu Santo, me sefialan el tema* que debo desarrollar en vuestra presencia. Y lo hago con tanto mayor gusto cuanto es més desconocido el Espfritu Santo entre los cristianos, ignorado el impor- tantisimo papel que desempefia en la Iglesia y en la obra de nuestra santificacién individual. Que quiza haya entre los cristianos que me escuchan, quien pueda responder como aquellos otros cristianos res- pondieron a S. Pablo que les preguntaba si habfan recibido el Espiritu Santo: neque si Spiritus est audivimus: ni ofdo habemos que existe un Spfritu Santo. No es mi intento hablaros dé su naturaleza intima, de las gran- dezas, de los sublimes tesoros de perfecciones que encierran los nom- bres de Espfritu Santo, Amor personal, Don de Dios, Coraz6n de Dios, perfume, encanto, hechizo personal del Padre y del Hijo, reposo de las otras divinas personas, alegrfa y jibilo infinito, 6sculo del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, con los que las SS. Escrituras_ y la tradici6n le saludan. Mejor es correr un velo sobre esa misteriosa e incompren- sible persona que procede del Padre y del Hijo, y que es Dios eter- no, infinito, inmenso como el Padre y como el Hijo y dejar su contem- placién, para cuando veamos a Dios cara a cara y seamos efernamen- te dichosos. Hablemos de la venida del Espiritu Santo y de los mara- villosos frutos que su presencia produce en nuestras almas, y como los nifios que quieren dar un salto se refiran un poquito hacia atras pa- ra tomar més fuerzas, asf me voy aretirar yo hacia atras en la histo- ria de la humanidad y nada menos que hasta la malaventurada escena del parafso terrenal en que nuestros primeros padres quebrantaron el precepto de Dios y comieron la fruta prohibida. Terribles y dignos de lagrimas eternas fueron los resultados de
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