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94 sotros sus enemigos y habiéndole ofendido gravisimamente, por no- sotros bajé del cielo y se hizo hombre, y muri6 en una cruz y derra- m6 su sangre preciosisima, sin reservarse una gota, librandonos asi de la esclavitud del demonio, de Ia tiranfa del pecado, de un infierno eterno; y el deber de gratitud es el primero y el mds sagrado para to- do corazon bien nacido. < éNo envidiais, A. O. la suerte, la dicha que a los Apéstoles cupo? Que la Iglesia santa y los cristianos todos bendigan sus nombres, en- salcen sus virtudes, canten sus alabanzas ponderen sus_ beneficios; que el sabio y el ignorante, el rico y el pobre, el poderoso y el mise- rable veneren su memoria.ZNo envidiais la eterna bienaventuranza que en el cielo gozan y gozaraén eternamente? Tened entendido que esta dichosa y envidiada suerte estuvo ligada al cumplimiento de aquel de- ber sagrado. No echeis en olvido verdad tan importante. Si quereis llegar al término a donde ellos llegaron, alcanzar la dicha que ellos alcanzaron; ahi teneis el camino: dad testimonio de Jesucristo y dad- lo con vuestra fe y con vuestro amor ardiente, en vuestras conversa- ciones y en vuestras empresas y en vuestro comportamiento todo, ha- ciendo todo en nombre de Jesucristo, por amor a Jesucristo y gloria de Jesucristo.
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