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ha de llegar el aprecio del bien sumo, no tenemos mas que verlo.en aquellos tres dias, en que perdid 4 su Hijo teniendo doce afios, pues entoncesfué cuando brillé con todas luces el heroismo de su deyocion. ;Qué manto tan negro cubrié su co- razon! ;Qué angustias padecié su alma inmaculada! ; Qué l4- grimas tan amargas derramaron sus ojos! No fué tan vehe- mente‘el dolor que tuvo al verlo morir, como el que padecié al verse sin él tres dias: porque cuando moria en la cruz, sabia que era por voluntad de su Padre; mas, cuando lo per- did, imagin&base la Madre impecable que habia sido negli- gente en cuidar de su Hijo, y era este pensamiento para su Corazon, mas cruel que el acero de mil espadas que lo traspasdran; (1) porque el alma enamorada de la santidad infinita, mas se duele de que Dios sea ofendido ni aun li. geramente, que de Verse ella misma priyada de los consue- los de su presencia. Sin embargo, ;Cudn lejos estaba Ma- ria de haber padecido ni aun el mas leve descuido? Pero queria Dios dérnosla como modelo de solicitud en buscarlo, enando, 6 por nuestra indolencia, 6 porque él quiere pro- bar nuestra fidelidad, pasa como de largo, y aparenta que nos deja solos. ;Ah! Tres noches y tres dias pasé la Vir- gen buscando 4 su Hijo: preguntaba por é1 al Padre Eter- no, 4 los angeles, 4 los cielos y 4 la tierra; y no respon- diendo nadie, cada noche era una eternidad de amargura para su Corazon, que no conocié el reposo, hasta we) no encontré 4 su amado. ;Qué diferente es la deyocion del Corazon de Maria de la que tenemos nosotros! Consiste aquella en el ejercicio (1) ‘Tune ipsa dolore concussa lacrymis dixit: video quod non bene Filium meum custodivi. Div. Bonaventur. Cap. 16. de Medit. Vit. Chris.

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