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ee —191— no dejandola moverse sin freno, y absteniéndonos de toda _ palabra que tenga, ni aun especie de mal: se ha’ de lle- var en los ojos, no presenténdolos altivos y orgullo- ‘sos, curiosos y lascivos, mirando sin distincion toda clase de objetos: se ha de manifestar en el modo de vestir, hu- yendo de la desenvoltura, de las modas perniciosas, y de cuanto pueda ser causa de nuestra raina, y de la de nues- ‘tros préjimos. ;Oh Dios mio! ;Cudntos ‘pecados he cometi- ‘do por no haber sido modesto en las palabras, modesto -en las manos, modesto en los demas sentidos! Prometa- ‘mos al Sefior no hablar jamés de nosotros mismos, ‘ni -de nuestras buenas obras, si alguna hiciéremos; ni de los ‘favores que el Sefior nos concediere, 4 no obligarnos & ello la obediencia expresa del superior; y deciddmonos 4 observar modestia y simplicidad en el vestir, no usando ‘cosas supérfluas, y mucho menos, las que fomentan la vanidad y favorecen 4 la lujuria. MAXIMAS. Son las almas modestas como las violetas, que se crian siempre en las laderas ocultas, extendiendo su fragancia, pero ocultando el origen de ella. Si est& bien cerrado el pomo que encierra aromas, se conservan estos, y aun toma intension su suavidad; pero, si se destapa, desaparecen las sustancias espirituosas, y no quedan sino heces. Bueno es, dijo 4 Tobias el angel, tener escondido el secreto del rey. (1) (1) Tob. cap. 12. v. 7.
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