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—188--- jillas de Tosa, en BUS cabellos de oro y en su risa angelical: y mientras todos saben que tiene todas esas gracias, es él el Gnico que lasi gnora. Otro tanto acaecia 4la Virgen en su trato con los homhres: comprendian estos que era la Madre de aquel Jesus, que atraia 4 si toda la tierra: hubo quien aclamé feliz su vientre, porque lo levé, y dichosos sus pechos, porque la amamantaron: (1) m4sfella se con- ducia como si ignorase su dignidad. Era entre tanto su ignorancia la que inspira la modestia; pues cuando alguno descubrié en presencia suya sus grandezas, no las negé, sino que humilde y silenciosa dié6 4 Dios toda la gloria, no dejando para si mas que la confesion de su bajeza. (2). Eran estos, por decirlo asi, los lances ordinarios de la vida de la Virgen, en los cuales secondujo de una manera, que llena de asombro; porque, lo que es para Maria el pri- mer paso en la santidad, escede con mucho al diltimo que dieran los mismos serafines. Pero, cémo apellidaremos la modestia de su Corazon en las ocurrencias extraordinarias? iCémo calificaremos su silencio en aquellos dias, en que su virginal esposo la veia grévida, sin saber cémo, pues igno- raba lo que Dios habia obrado en su esposa? Era el miste- rio de la Encarnacion el compendio de las obras de la Om- nipotencia divina y la manifestacion del amor infinito de Dios: era José entre los hombres aquel, que con mas ardor deseaba que las nubes loviesen al Justo y la tierra produ- * jese al Salvador: cuando oraba solo, se lo pedia al cielo con suspiros; y cuando unia sus oraciones con las de su esposa santisima, era esta la plegaria, que saliendo (1). Luce 11. 27. (2) Lue. cap. 1. vy. 48. 49, Sox spines Set is he coals lies Sih a
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