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—187—_ salido con solo interrampir este silencio tan severo, yha- p biéndosele presentado ocasiones, en las cuales parecia na-- Fs tural que manifestara lo que ella era, para que los hombres alabasen siempre 4 Dios, nunca desplegé sus. labios. Vienen, en efecto, &postrarse &los piés de su Hijo los sencillos pastores, yreconocen al Salvador del mundo en las sefiales que les diera el dngel: Megan des- pues los reyes de oriente, quienes al ver los homenages que rinde su estrella conductora sobre la casaen que habita Marfa, conocen que aquel nifio, que esté en los brazos de su madre, es Dios: mas ni en la primera ocasion 4 los hom- , bres sencillos, nien la segunda 4 los grandes y sabios declara la modestisima Virgen que ella es esa madre. Al contemplar con atencion este modo que tiene la Vir- gen en guardar el secreto de su dignidad, diria quizas la razon humana, que es un ser que ignora su esencia, su na- turaleza y sus propiedades; pero la razon cristiana ve en esta conducta de Maria el heroismo de la modestia y el modelo _ de sencillez con que hemos de arreglar nuestra conversa- cion. Su divino Hijo nos ensefia, que, si no nos volviére- mos € hiciéremos como nifios, no entraremos en el reino de los cielos: (1) y como su Madre ha precedido 4 todos ‘ en la practica de las virtudes que su Hijo nos ensefié, con- serv6é en su conversacion con los hombres aquella senci- llez inocente y candorosa, que la naturaleza ha dado alni- . fio, y que este, sin saberlo, publica en su aspecto y en sus acciones. Porque jHay acaso objeto mas atractiyo, mas hermoso y encantador que un nifio? Vese la hermosura en sus ojos brillantes, en sus labios acarminados, en sus me- (1) Math, 18. 3. 14 .

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