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—— fe Dios publicaba su ley en las alturas del Horeb, ame- naz6 con pena de muerte 4 cualquiera que tocase la raiz del monte: mas ahora no se contenta con que nos acerquemos al lugar donde él esta, sino que quie- re que nos hag&mos una misma cosa con ¢l reci- biéndolo dentro de nuestro pecho. ;Ah! jCon qué humildad hemos de corresponder 4 esta dignacion amorosa, confesando nuestra bajeza é indignidad, y ofreciendo al Sefior nuestro corazon desprendido de toda afeccion terrena! Si preguntamos 4 los espiri- tus soberanos, si por su pureza angelical merecerian 4 ellos ser la habitacion de la magestad infinita, nos responderfn que son una sombra y una nada compa rados con el Sefior. ;Qué serémos pues nosotros que habitamos en casa de ‘barro? Liénate por tanto, alma cristiana, de un santo temor unido 4 una alegria ce- lestial, al ver que Dios se digna venir 4 ti, para que halles en él el cumplimiento cabal de su ley. O dul- cisimo Jesus, fuente del amor santo, del temor filial, - y de la esperanza que no confunde, confio en vos y © que con vuesta gracia he de reprimir la ley del pecado que llevo en mi cuerpo,y he de triunfar _ de los conatos perversos con que intenta cautivarme, conservando la gracia de verme libre de la tirania de la culpa, y la dignidad de hijo de Dios, que vos me habeis dado 4 costa del sacrificio de vuestra vida. PUNTO SEGUNDO. Siendo el fin del mandamiento la caridad de cora- zon puro, y de buena conciencia ay ds Jo no Aegis 1 no hay un solo hombre que pueda excusarse de cum- plirlo, amando 4 Jesucristo como é1 nos ha amado, es 1 1 Tim. cap. 1. v. 5.
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