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— 105 — puch ian wienitot & estos que debian oir su voz, inant conm olos con su indignacion si no lo hicieran, pues era él mismo quien se tendria as despreciado desechado. ! Hecho esto, bien podia volver 4 su re y decirle leno de satisfaccion: Padre, he ma- nifestado tu nombre & los hombres que me diste: y aho- ra vengo 4 tt : ;Né era ya inmenso este beneficio? “ee habia bastante para que todos los hombres ben- ijesen 4 Dios eternamente, sin poderle pagar jamds la deuda infinita que tenian con él? Sin embargo, oa no hallé un limite en las obras de su amor, sino cuando establecié el medio de quedarse con los hombres en la Eucaristia hasta la consumacion de los siglos, porque queria ser él] mismo quien enseflase 4 las almas, que se acercasen 4 él con corazon humilde y puro, & renunciar d los deseos del mundo y d vivir piadosa y justamente en es- te siglo. s ;Ah, cudn necesaria nos es esta influencia inmediata de la voz de este maestro celestial! ;Con qué humildad hemos de reconocer nuestra propia ignorancia, y confesar la infinita sabiduria que re- side en Jesucristo! O alma cristiana, de nada te ser- viré haber empleado tus afios en cultivar las cien- cias del mundo, y el haber adquirido una_ erudicion profunda y aun universal, si no aprendes la verda- dera sabiduria en la escuela de Jesus: todo eso es tiempo perdido, si no acompafias tu saber con la hu- mildad y caridad del maestro elestial: porque la ciencia vana hincha y es enemiga de Dios, mas la caridad edifiea, + y nos hace aceptos al cielo. Considera pues, que habiéndonos impuesto nues- 1 Luc. cap. 10. v. 16.—? Joan. cap. 17. v. 6 y 13.—® Tit. cap. 2. v. 12.—4 1. Cor. cap. 8. y. 1. sia Sa a ag ala

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