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iii Stee jCon cudntos portentos de amor nos mostré Jesu- crito, que la fraternidad que con mas ardor deseaba que tuviéramos con él, era la que nos resulta de la union reciproca por la earidad! ;Ah! Y jqué adelan- tariamos con que Jesus se hubiera hecho semejante 4 nosotros en nuestra naturaleza, si no nos unimos con él por la gracia? ;De qué nos sirve llevar impre- sa en nuestras almas la imdgen de la naturaleza di- vina, si no lleyamos su semejanza en las virtudes? Mas, jqué desgracia es la mia! Yo veo eon dolor que no soy verdadero hermano del benignisimo Je- sus: porque él ha dicho, que, quien hiciere la volun- tad de su Padre, es su hermano, ! y yo advierto que hay poca conformidad entre mis obras y la voluntad de Dios, pues en vez de aprovechar el tiempo en cosas titiles y santas, lo malgasto en visitas munda- nas: y en lugar de leer la vida de Jesucristo, ne tengo mas iibros que los yanos y profanos, donde solo aprendo doctrinas antireligiosas, y destructoras de la: Bisiods jAh! ;Qué —_ he hasta —— ue — vanasy profanas sirven mucho d la cepted !* Pero no pee el cielo que en lo sucesi- vo sea asi: quiero tener desde hoy el espiritu de mi hermano Jesucristo, amando lo que el ama, aborre- ciendo lo que ¢l aborrece, deseando lo que é1 desea, y haciendo lo que es de su agrado; y para conse- guirlo, acudiré econ humildad y confianza 4 su san- tisima Madre Maria, y la rogaré que pues fué ella quien me dié este hermano, que es el primogénito de los predestinados, sea ella tambien quien me aleance 1 Math. cap. 12. vy. 50.—? 2. Tim: cap. 2. . 16.
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