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Gin bres de aquel con que se unié 4 la naturaleza huma- mana en la encarnacion, convienen estas dos unio- nes en una cosa, y es que viene Jesucristo 4 nosotros para unirsenos por la gracia para siempre, asi como para siempre se unié sustancialmente con la natu- raleza humana en lazo indisoluble. De ahi es, que en cuanto esté de su parte, Jesucristo se nos dé todo entero sin querer separarse de re su gra- cia, asi como bajo diversa manera se did todo 4 la _naturaleza, sin haberse separado el Hijo de Dios de lo que tomé una vez. Siendo esta la voluntad de Jesucristo, si queremos que su union con nosotros sea perenne, no solo hemos de unir su cuerpo con el nuestro, y su alma con la nuestra sacramentalmente, sino muy especialmente nuestro espiritu con su es- _ piritu, y nuestra voluntad con la suya, 4 fin de que seamos con él un solo espiritu, y una misma cosa por la unidad de deseos y de fin en todas nues- tras obras mientras estemos en esta vida, comple- tando despues esta union en la bienaventuranza de _ Considera entre tanto, qué pureza fué necesaria en aquella Virgen que Dios escojié para celebrar en su seno castisimo su desposorio eterno con la natu- raleza humana, puesla preparé él mismo con tantas gracias, bg hacen de ella un ser, el mas exelente que puede darse despues de Dios en una pura cria- tura. Contempla tambien, como correspondié esta Virgen 4 los designios divinos, para merecer en cier- - to modo ser elevada 4 la dignidad de la maternidad divina. ;Qué incendio de amor de Dios ardia en su pecho! ‘En qué deseos de no agradar sino & él se abrasaba su corazon! Mas, ti no ardes en estas Ila-
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