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—~ OF mos menos de tener para con él los sentimientos mas puros de afecto, am4ndolo mucho mas que ama- mos & nuestros padres segun la carne; porque el amor que tenemos 4 estos, halla una medida en el que nos profesamos 4 nosotros mismos: mas el que hemos de tener 4 nuestro padre celestial, no es mensurable. ;Ah! ;Quién querré poner un li- mite al amor hacia Dios, cuando Dios no lo ha pues- to al que nos tiene? D&ndosenos como se nos d& todo entero en la Eucaristia, no debe haber una parteci- ta la mas insignificante de nuestro compuesto que no la consagremos 4 su amor, pues no podemos re- tribuir 4 Jesucristo sino devolviéndole nuestro cuer- po por su cuerpo, nuestra alma por su alma, nuestros por sus deseos, nuestro todo por su todo. De este modo amé6 Jesucristo 4 su Padre, no habiéndo jamds dado un paso en su vida mortal que no fuese para complacerle, y habiéndole sido fiel como Hijo en su propia casa. 1 ;Es acaso el amor de Jesucristo 4 su Padre el que nos proponemes imitar en el que nosotros le tenemos 4 a s aes Nada ofende tanto 4 un padre honrado y virtuoso como el saber que su ee io rie oem sus obras y palabras. ;Ah! ; iré Jesueristo de ti, alma cristiana, que no vives conforme 4 tu oriundez celestial? Cuando este Dios amantisimo entra en tu seno, viene diciéndote con el profeta: si yo soy tu Pa- dre, gdénde estd mi honor? + ts hijos del siglo no piensan mas que en adquirir riquezas, despreciando mi doctrina, injuriando mi santidad, desgarrando la verdad, y no hablando sino de deleites sensuales, de 2 Hebr. cap. 3. v. 7.—% Malaq. cap. 1. v. 6.

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