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<a QO cuw de aquel Dios piadosisimo, que siendo nuestro padre por habernos dado ‘el ser natural, nos enjendré en las entrafias de su misericordia para esperanza viva,} y nos hizo sentar en los cielos con Jesucristo. + Que Dios sea nuestro padre en cuanto 4 nuestra existencia, es admirable, pues se ha dignado darnos vida racional, para que lo conozcamos y lo amemos: que lo sea en la vida de la gracia, es inefable, pues tuvo tanta misericordia de nosotros, que quiso ele- varnos 4&su amistad en la tierra y darnos un asien- to cerca de si en el cielo: que despues de haber per- dido estos dones gratuitos por la culpa, aun nos los haya devuelto a los méritos de su Hijo, y nos ha- ya hecho herederos -de su reino y coherederos de Cristo déndonos el titulo de hijos, s es un misterio inefable de la bondad divina: pero, que despues de habernos dado la vida del alma, haya querido ali- mentarla con su propia sustancia, jah!, la lengua humana no llega 4 poder explicar este amor de Dios al hombre; — de lo primero, ha querido ¢1 mis- mo darnos un ligero simil en lo que hace el padre con el hijo que ha engendrado: mas de lo segundo, no puede darse ejemplo entre las criaturas. ;Qué pa- dre se dé 4 sus hijos en alimento? ;Qué madre sos- tiene con su sangre la vida de sus hijo8? Solo Dios, hace esto con los que ha engendrado en las entrafias de su amor, déndose 4 cada uno en la Eucaristia y y diciendo al que lo recibe estas palabras: zPor ven- tura puede la madre olvidarse de su nifio, ni dejar de compadecerse del hijo de sus entrafias? Y si ella se olvidare, yo no me olvidaré deti.4 = == 2 1. Pet. cap. 1. v. 3.—* Ephes. cap. 2. v. 6.—*® Rom. cap: 8. v. 17.—4 Isai. cap. 49. v. 15. i
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