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CAPITULO H. Distribucion diaria del tiempo. Hasta ahora hemos procurado dar instruccio- nes y reglas sólidas al convertido acerca de los vicios que debe evitar para no volverá recaer en sus antiguos pecados, y las virtudes maz obvias en que debe ejercitarse para cumplir ya las o- bligaciones generales de cristiano, y ya las pecu- liares de su estado y oficio. Ahora vamos á mos- trar el modo con que ba de ocupar sanlamen- te el liempo que la divina misericordía le con- cede despues de su conversion. Nada hay tan pre- cioso como este. espacio que el Señor nos dispen- sa para emplearlo en nuestra santificación, Con él hacemos feliz y dichosa nuestra alma, adqui- rimos cierto derecho á la corona inmarcesible que el justo Juez ha de poner sobre nuestra cabeza despues de la muerte, y Negamos á poseer al mismo Dios por una eternidad. ¡Dichoso el que sepa emplear bien el tiempo que Dios le conce- del El será feliz, y por unos momentos transi- torios «de tribulacion y de pena, empleados en lle- var sobre sus hombros la cruz de Jesucristo, adquirirá un inmenso peso de gloria.

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