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42 En seguida de estas esclamaciones debe echar el pecador una mirada de horror á la maltitud enorme de sus culpas, y álos riesgos en que se ha visto de condenarse para siempre, y de- cirse 4 sí mismo: «¡mira, mira lo que has he- cho, vil, infame é ingrata criatura! ¿Cómo has tenido valor pura cometer tantas abominaciones contra tu Dios, tu padre dulcísimo, tu Reden- tor? Como..... ¿de esa manera te olvidaste de su alebilidad, de su ternura, de aquella ternura con que echándote los brazos al cuello te aca- riciaba , te regalaba y te llamaba mi hijo, mi querido? ¡Ay! que hubiera sido de mí si cuan» do acabé de cometer aquella culpa..:. si al sa- lir de aquella casa...... me hubiera caido muer- to como le ha sucedido 4 tantos otros! ¡O Dios mio, qué confusion, qué pena! No...... jamas, ja- más volveré á cometer semejantes desatinos, aun- que se me presente aquella ocasion.,..... aun- que me insten mis amigos..... aunque me im- portunen, me ruegen..... aunque me valga el mun- do entero...... primero es mi alma.
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